El Misterio del Puma en la Montaña
Era un frío invierno en Buenos Aires, pero Juan y Enrique estaban emocionados. Habían decidido ir de excursión a las montañas cercanas para ver la nieve. Al amanecer, cuando el sol empezaba a asomarse detrás de las montañas, los dos amigos empacaron sus mochilas con comida y comenzaron su aventura.
"¡Mirá cómo brilla la nieve al sol!" – dijo Juan, mientras hacía una bola de nieve y se la tiraba a Enrique.
"¡Eh! No seas tramposo, eso no vale. El invierno es para disfrutar, no para guerrear con nieve" – respondió Enrique riendo mientras se limpiaba la cara.
Después de un rato de caminar, Juan notó algo inusual en los arbustos cercanos. Un par de ojos brillantes los observaba desde la distancia.
"¿Viste eso?" – preguntó Juan, señalando hacia el lugar.
"Sí, pero no sé qué puede ser. Tal vez sea un zorro" – contestó Enrique, un poco asustado.
Con valentía, decidieron acercarse a los arbustos. Para su sorpresa, lo que encontraron fue un puma pequeño y asustado.
"¡Oh! ¡Es un puma! ¿Qué hacemos?" – exclamó Juan.
"No debe estar aquí solo. Tal vez se ha perdido de su madre" – sugirió Enrique, intentando calmar a su amigo.
Los dos amigos se acercaron con cautela al puma, que estaba temblando de frío. Se dieron cuenta de que el puma tenía una pequeña herida en su patita.
"No podemos dejarlo aquí solo, necesita ayuda" – dijo Juan con determinación.
"Sí, vayamos a buscar a su mamá. Pero, ¿y si nos asusta y nos ataca?" – preguntó Enrique, dudando un poco.
"Debemos ser valientes y actuar. ¿Te imaginas si fuésemos nosotros en esa situación?" – respondió Juan.
Pensando rápido, decidieron hacer un refugio con ramas y hojas cerca del arbusto. Mientras Juan armaba el refugio, Enrique fue en busca de agua para el puma. Al regresar, ambos hicieron un plan.
"Vamos a hacer ruidos suaves. Si la mamá está cerca, tal vez venga" – propuso Enrique.
Los chicos comenzaron a hablar en voz baja y a hacer sonidos suaves como el susurro del viento. Después de un buen rato, de repente, escucharon un gemido desde un arbusto cercano. Todos los ojos se fueron hacia allí.
"¿Podría ser?" – dijo Juan conteniendo la respiración.
Para su sorpresa, apareció una puma madre. Ella miró fijamente a sus cachorros, luego a Juan y Enrique. Los chicos sintieron un poco de miedo, pero permanecieron tranquilos.
"No queremos hacerte daño, solo queremos ayudar" – dijo Enrique suavemente.
La madre puma, tras observar a sus cachorros, se acercó y olfateó la mano de Juan. El pequeño puma dio un paso hacia su madre. Juan tomó un respiro profundo y se sintió aliviado.
"¡Lo hicimos! La encontró" – gritó Juan emocionado.
"Sí, pero debemos dejar que se reúnan. No debemos interrumpir" – dijo Enrique.
Como si la madre puma entendiera, frotó su cabeza contra el pequeño. Los amigos sonrieron al ver esa hermosa reunión. Poco a poco se alejaron, sintiéndose felices por lo que hicieron.
"Hoy aprendimos algo importante" – reflexionó Juan.
"Sí, debemos cuidar de todos los seres ya sean grandes o pequeños, y ser valientes cuando hay que ayudar" – concluyó Enrique.
Mientras caminaban de vuelta por el sendero nevado, el sol brillaba más fuerte que nunca, iluminando el camino que llevaban. Sabían que habían vivido una aventura increíble, y que siempre recordarían al pequeño puma y a su madre. Con un corazón lleno de alegría, se fueron cantando canciones mientras la nieve crujía bajo sus botas.
FIN.