El Misterio del Reloj Perdido



Era la noche de Halloween y el Instituto San Martín estaba decorado con calabazas, telarañas y fantasmas de papel. Los alumnos estaban emocionados por la fiesta que se llevaría a cabo en la sala de actos. Sin embargo, un grupo de amigos, integrado por Sofía, Lucas y Tomás, decidieron explorar la misteriosa cripta del instituto.

"¿Estás seguro de que es una buena idea?", preguntó Sofía, temblando un poco.

"Vamos, Sofi, no seas gallina. Solo vamos a mirar un rato", dijo Lucas, con un brillo travieso en los ojos.

"Yo tengo un poco de miedo, pero voy con ustedes", agregó Tomás.

Los tres amigos se dirigieron hacia la entrada de la cripta, un pasillo oscuro que conducía a un pequeño cuarto. Una vez dentro, encontraron un viejo reloj de pie cubierto de polvo. Sofía, curiosa, se acercó y tocó el reloj.

"Miren esto... parece que no funciona", comentó mientras giraba la manecilla del reloj. De repente, un ruido ensordecedor retumbó en la cripta y el reloj comenzó a brillar intensamente.

"¡Apagalo!", gritó Lucas, retrocediendo.

"No puedo, está atascado!", respondió Sofía, tratando de girar la manecilla. Al final, el brillo del reloj se intensificó y un viento fuerte comenzó a soplar en la cripta.

En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron en otro lugar. La cripta ya no era más que un recuerdo; estaban en un bosque oscuro lleno de luces de colores.

"¿Estamos en Halloween o en un cuento de hadas?", preguntó Tomás, maravillado.

"¡Miren!", exclamó Lucas apuntando hacia una figura a lo lejos. Era un viejo profesor que ellos conocían, el Profesor Martínez, quien solía contarles historias sobre el tiempo y la historia del instituto.

"¡Niños!", gritó el profesor, "¡justo a tiempo! Necesito su ayuda con una tarea importantísima!".

"¿Qué necesitamos hacer?", preguntó Sofía, sintiéndose un poco más segura.

"He perdido un reloj mágico que encierra la historia de este lugar. Sin él, no podemos regresar a casa", explicó el profesor.

Sofía, Lucas y Tomás se miraron, decididos.

"¡Vamos a ayudarlo!", dijeron al unísono.

El profesor les dio una pista: "El reloj se encuentra en el corazón del bosque, donde el tiempo se detiene y la luna brilla más fuerte". Los tres amigos comenzaron a caminar por el bosque, guiándose por las estrellas.

"¿Qué pasa si no encontramos el reloj?", preguntó Tomás, preocupado.

"No te preocupes, cada aventura lleva sus desafíos. Lo importante es no rendirse y seguir buscando", respondió Sofía.

Tras un rato buscando, encontraron un claro donde brillaba una gran luz. En el centro había un pedestal con el reloj mágico. Pero al acercarse, se dieron cuenta de que no estaban solos; un monstruo enorme custodiaba el reloj.

"¿Quiénes son ustedes y por qué quieren el reloj de mis sueños?", preguntó el monstruo con voz profunda.

"Vinimos a ayudar al Profesor Martínez a recuperarlo", dijo Lucas con valentía.

"Ustedes son valientes. Si realmente desean ayudar, deberán contestar una adivinanza", dijo el monstruo.

El monstruo les planteó la adivinanza, y después de varios intentos fallidos, Sofía recordó algo que su mamá le enseñó: "Escuchar con atención a las palabras es como hallar el camino hacia la verdad". Entonces, se le ocurrió una respuesta.

"La respuesta es el tiempo. Sin él, nada tendría sentido!", exclamó.

El monstruo sonrió, impresionado por la sabiduría de Sofía. "¡Tienen razón! El tiempo es valioso, y ustedes merecen el reloj!". Así, el monstruo les permitió tomar el reloj mágico.

Con el reloj en mano, el viejo profesor les sonrió.

"Ahora, volvamos a casa!". Sofía, Lucas y Tomás giraron la manecilla nuevamente y, en un destello, regresaron a la cripta.

"Fue una increíble aventura!", exclamó Tomás, aún emocionado.

"Y aprendimos que el conocimiento y la amistad son lo más importante de todas las historias", dijo Sofía.

Desde esa noche, cada vez que miraban la hora, recordaban su viaje y la importancia de enfrentar miedos y trabajar en equipo. Nunca dejaron de explorar, aprender y soñar, convirtiendo cada día en una nueva aventura.

FIN.

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