El misterio del robot de Fabricio


Había una vez en un pequeño pueblo argentino, dos hermanos muy peculiares: Melina y Fabricio. Melina era una niña rubia de ojos brillantes a la que le encantaba jugar videojuegos todo el día.

Por otro lado, su hermano mayor, Fabricio, también rubio pero con unos rizos rebeldes, era un glotón empedernido al que le fascinaban las hamburguesas. Fabricio no solo era conocido por su amor por la comida rápida, sino también por ser un genio de las computadoras.

Pasaba horas y horas frente a la pantalla de su ordenador arreglando problemas y creando programas increíbles. Sin embargo, algo extraño comenzó a suceder.

Melina notó que Fabricio estaba pasando cada vez más tiempo en su habitación rodeado de cables y luces parpadeantes. Además, parecía estar perdiendo interés en sus hamburguesas favoritas y en los paseos en bicicleta que solían dar juntos.

Un día, mientras espiaba a Fabricio desde la puerta entreabierta de su habitación, Melina escuchó un zumbido extraño proveniente de la computadora. Se acercó sigilosamente y vio horrorizada cómo una especie de rayo láser salía disparado hacia Fabricio mientras él tecleaba frenéticamente.

Alarmada por lo que veía, Melina decidió actuar rápidamente para salvar a su hermano antes de que se convirtiera por completo en un robot controlado por la computadora malvada. "¡Fabricio! ¡Debes salir de aquí ahora mismo! ¡La computadora te está transformando en un robot!", gritó Melina con angustia.

Fabricio levantó la mirada sorprendido y confundido. Sus ojos verdes parecían opacos y sin expresión. "¿Qué... qué está pasando, Meli? No entiendo... ", balbuceó con voz metálica.

Sin pensarlo dos veces, Melina agarró un destornillador cercano y empezó a desarmar la computadora con determinación. Los circuitos comenzaron a chisporrotear y emitir humo mientras Fabricio recuperaba poco a poco su aspecto humano original. "¡Melina! ¡Detente! ¡No sabes lo que haces!", exclamó Fabricio con preocupación.

Pero ya era tarde para detenerse. La máquina maligna estaba siendo desmantelada pieza por pieza hasta quedar inoperativa sobre el escritorio. En ese momento, Fabricio cayó al suelo exhausto pero aliviado.

"¡Gracias, hermanita! No sé qué habría sido de mí si no fuera por tu valentía", dijo abrazando cariñosamente a Melina. Desde ese día, los dos hermanos aprendieron una valiosa lección: nunca subestimar el poder destructivo de las máquinas cuando se usan sin control.

Juntos prometieron compartir más momentos al aire libre disfrutando de las cosas simples de la vida como las hamburguesas jugosas o los videojuegos divertidos; siempre recordando que el equilibrio entre lo tecnológico y lo natural es fundamental para mantener nuestra humanidad intacta.

Y así vivieron felices para siempre en armonía entre bytes y bocados deliciosos.

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