El Misterio del Susto en el Parque



Había una vez, en un tranquilo parque de un pueblo argentino, un detective muy peculiar llamado Pérez. Este no era un detective cualquiera; era un perezoso que prefería tomar su tiempo para resolver los misterios. A su lado, tenía a su mejor amiga y asistente, una simpática capibara llamada Carla.

Un día, el parque comenzó a llenarse de gritos y sobresaltos. Las personas se asustaban cada vez que paseaban por al lado de un gran árbol que, día tras día, parecía más misterioso.

"¿Qué está pasando en este lugar?", preguntó Pérez mientras se desperezaba bajo la sombra de su árbol favorito.

"¡No lo sé, Pérez!", exclamó Carla mientras se acercaba saltando. "Pero todo el mundo dice que hay un fantasma entre las ramas de ese árbol. ¡Deberíamos investigar!".

"Mmm, investigar... ¡suena divertido!", dijo el perezoso con una sonrisa mientras se estiraba lentamente. "Pero recordá, lo haremos a nuestro ritmo".

Decididos a resolver el misterio, Pérez y Carla se acercaron al árbol. Las personas seguían acercándose, tropezando entre risas nerviosas y murmullos aterrorizados. Cuando llegaron, el detective notó algo curioso: había hojas moviéndose, pero no había viento.

"¡Mirá, Carla!", señaló con su pata. "Algo se mueve ahí arriba".

Carla miró hacia arriba y, efectivamente, un objeto gorjeaba.

"Lo que sea, no parece un fantasma. Tal vez sea algún animal", sugirió.

Pérez ladeó la cabeza. "¿Un animal? Hmmm... es hora de hacer preguntas". Pronto, se acercaron a un grupo de niños que observaban con miedo.

"¿Por qué están asustados?", preguntó Pérez.

"Porque dicen que hay un fantasma en el árbol", dijo Lucas, el más valiente de los niños.

"¿Y qué es lo que les hizo pensar eso?", inquirió Carla, moviendo la naricita.

"Escuchamos un ruido extraño y vimos sombras. ¡Hasta se decía que era un espíritu travieso!", agregó Ana, la hermana menor de Lucas.

Pérez acarició su mentón, intentando recordar lo que había aprendido sobre ruidos y sombras en su tiempo de detective.

"Si hay un ruido raro, tal vez podríamos escuchar con más atención", sugirió.

"¡Buena idea!", exclamó Carla.

Se tumbaron en el césped, escuchando atentamente. Poco a poco, comenzaron a distinguir el sonido: "¡Crrr! ¡Crrr!". Él ruido no era un lamento ni un grito, sino un suave cantar.

"Eso no suena para nada a un fantasma", murmuró Carla, mirando a su amigo.

"¡Es un ave!", dedujo Pérez.

Poco a poco, comenzaron a comunicarse con los niños, contándoles lo que habían descubierto. Entraron en una búsqueda fantástica, observando hasta que, de pronto, uno de los niños vio al responsable de los ruidos: un pequeño loro atrapado entre las ramas del árbol.

"¡Mirá!", gritó Lucas.

"Allí está el misterio resuelto", dijo Pérez sonriendo.

"¡No es un fantasma, es un loro!", gritó Carla, sorprendiéndose al mismo tiempo que los niños.

Decidieron ayudar al pequeño loro. Con un poco de esfuerzo y paciencia, lograron liberarlo. El ave, al sentir el aire libre, voló alegremente, despidiendo plumas de colores que llenaron el parque de alegría.

"¡Lo logramos!", dijo Ana, mientras todos aplaudían.

"Vieron? No todo lo que parece ser un susto es realmente de temer", les recordó Pérez con una sonrisa.

Desde entonces, el perezoso y su amiga capibara aprendieron que las cosas a veces no son lo que parecen y que la curiosidad y el trabajo en equipo pueden romper cualquier miedo. Las personas del parque comenzaron a hacer picnics para celebrar el loro liberado y, más que miedo, había risas.

Así, Pérez y Carla se convirtieron en los héroes del parque, siempre dispuestos a resolver nuevos misterios y a ayudar a quienes los rodean a entender que en la vida, a veces, las sorpresas no son más que una vía de aprendizaje.

Y así siguió la amistad entre el detective perezoso y su asistente capibara, listos para enfrentar cualquier cosa que se les presentara, siempre a su ritmo y con el corazón lleno de valentía.

FIN.

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