El Misterio del Tesoro Escondido
En una calurosa mañana de verano, un grupo de amigos decidieron ir a la playa.
Entre risas y juegos, Matías, el más desinquieto del grupo, exclamó:- ¡Chicos, hoy vamos a buscar un tesoro! - ¿Un tesoro? -dijo Ana, que siempre estaba dispuesta a hacer nuevos descubrimientos.- ¡Sí, uno escondido en la arena! Ayer leí que hay oro en la playa, pero la gente no se da cuenta. Con esas palabras, el grupo se llenó de emoción.
Cada uno empezó a buscar entre las olas y la arena caliente. Pasaron horas sin resultados, pero no se desanimaron, ya que estaban disfrutando el día. De repente, Lucas tropezó con algo duro.
- ¡Chicos! ¡Creo que encontré algo! -gritó mientras se agachaba. Todos corrieron hacia él. - ¿Qué es? -preguntó Lucía con curiosidad. Lucas comenzó a apretujar la arena alrededor de la roca.
- ¡Es un viejo cofre! -dijo mientras lo sacaban. Cuando abrieron el cofre, todos se quedaron boquiabiertos. Había monedas antiguas y un mapa. - ¡Debemos completar este mapa! -dijo Ana entusiasmada. - Deberíamos tomarlo y ver a dónde nos lleva -sugirió Matías.
Antes de que pudieran seguir, una voz les interrumpió. - ¡Eh, ustedes, no toquen eso! -dijo un sucesor del tesoro. - ¡Nadie ha dicho que no podamos buscar! -respondió Lucas con bravura.
El adulto se acercó y les explicó que el tesoro pertenecía a la playa y que debían pedir permiso. - Podemos prestarle el mapa si nos dejan usarlo -sugirió Lucía.
El adulto meditó un momento y finalmente dijo:- Está bien, pero deben prometer no desapartar la diversión y ayudar a cuidar la playa. - ¡Prometido! -gritaron todos al unísono y sin pensarlo, comenzaron a bailar alrededor del cofre. - ¡Levántensen y vamos a seguir la aventura! -dijo Matías mientras tomaba el mapa.
El grupo se adentró en la playa, entre risas y juegos, decididos a descubrir qué había más allá del verano, sin darse cuenta del tiempo que pasó. A medida que caminaban, empezaron a encontrar pistas.
En un momento, descubrieron un hermoso lugar lleno de conchas brillantes. - Miren esto, ¡es increíble! -exclamó Ana. Al mismo tiempo, un fuerte viento sopló, haciendo que las conchas se dispersaran. - ¡Hicistes que se volaran! -le dijo Lucas riendo.
Sin embargo, eso no detuvo su ánimo. Decidieron apilanchar algunas conchas y hacer un espectáculo de luces utilizando el reflejo del sol. La playa era un espectáculo mágico, lleno de risas y colores.
- Duelan en un concurso de bellas conchas -proclamó Lucía, y todos comenzaron a preparar sus mejores formas. Después de muchas aventuras y juegos, al caer la tarde el adulto se acercó y les dijo:- Me alegra ver que se divirtieron.
- ¡Y lo hicimos, gracias a vos! -dijo Matías, agradecido. - Y sobre todo nos dimos cuenta que el verdadero tesoro eres vos y la amistad que compartimos.
Y así, con sus corazones llenos de felicidad, volvieron a casa, sabiendo que el mar siempre tendría más cosas para compartir. Todos acordaron que el próximo verano buscarían el próximo tesoro juntos en la misma playa.
FIN.