El Misterio del Viejo Hospital



Érase una vez, en un antiguo hospital que susurraba historias de tiempos pasados, una enfermera llamada Clara. Durante sus turnos nocturnos, el silencio se convertía en su mejor compañero, pero una noche, ese silencio se rompió por ruidos extraños provenientes de la planta baja.

"¿Qué será eso?", murmuró Clara, mientras su corazón empezaba a latir más rápido.

Con un poco de miedo, pero también con curiosidad, Clara decidió investigar. Caminó despacito por el largo pasillo, iluminado solo por la luz tenue de las lámparas. El sonido se hacía más claro a medida que se acercaba a la escalera que bajaba a la planta baja.

Al llegar a la primera escalera, vio una sombra moverse.

"¿Hay alguien ahí?", preguntó Clara, con la voz un poco temblorosa.

"¡Ayuda!", respondió una voz que parecía provenir de la sombra.

Clara sintió un escalofrío recorrido por su espalda, pero la compasión venció al miedo. Bajó despacio los escalones hasta llegar a la planta baja. Allí encontró a un pequeño perro perdido, temblando de frío.

"¿Estás bien, pequeñito?", le dijo mientras se agachaba a su altura.

El perro la miró con ojos grandes y tristes.

"No sé cómo llegué aquí, sólo sé que me llamo Pelusa y estoy asustado", ladró el perrito.

Clara no podía dejar al perrito solo.

"No te preocupes, Pelusa. Yo te ayudaré a encontrar a tu dueño. Vamos a buscar juntos", le dijo Clara con una sonrisa.

Juntos, comenzaron a recorrer el hospital. Mientras buscaban, encontraron un viejo libro de historias en la sala de espera.

"¡Mirá esto!", exclamó Clara mientras hojeaba las páginas.

Entusiasmados, decidieron detenerse un momento para leer. Clara leyó acerca de un valiente caballero que rescataba a un dragón que estaba perdido, y Pelusa, emocionado, ladró en cada momento emocionante de la historia.

"Es como si nos estuvieran contando nuestra propia aventura", dijo Clara riendo.

Después de un rato, escucharon un ruido suave de pasos. Era un anciano que siempre pasaba por allí en las noches.

"¿Qué hacen ustedes aquí, a esta hora?", preguntó el anciano con curiosidad.

"Estamos buscando a su dueño, Pelusa se perdió en el hospital", respondió Clara con determinación.

El anciano sonrió.

"Oh, ¡Pelu! Mi querido Pelusa!", exclamó, acercándose al perrito que ahora movía la cola.

"Eres tú su dueño!", dijo Clara, sintiéndose feliz de haber resuelto el misterio.

"Sí, yo pensaba que lo había perdido para siempre", dijo el anciano.

Antes de despedirse, el anciano le dio un agradecimiento a Clara por su valentía.

"A veces, solo hay que hacer lo que es correcto. No te dejes llevar por el miedo, siempre sigue tu corazón", le dijo el anciano.

Clara miró a Pelusa y al anciano, sintiéndose más valiente que nunca. Esa noche, el silencio volvió al hospital, pero esta vez no fue el mismo. Ella había aprendido que la curiosidad y la valentía pueden llevarnos a grandes aventuras y amistades inesperadas.

FIN.

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