El Misterioso Ayudante de la plaza



En un pequeño pueblo llamado Flor del Sol, los días siempre transcurrían tranquilos y alegres. Los niños jugaban en la plaza mientras sus padres conversaban en los bancos. Sin embargo, había algo mágico en este lugar que muchos no podían ver.

Un día, mientras un grupo de chicos jugaba a la pelota, uno de ellos, llamado Tomás, se dio cuenta de que su balón había rodado hacia un arbusto espinoso.

"¡Ay, no! Mi balón se fue muy lejos. Ahora no puedo jugar más" - dijo Tomás, triste y decepcionado.

Sus amigos se unieron a él, pero ninguno sabía cómo recuperar el balón.

"¿Y si intentamos usar un palo? Tal vez podamos sacarlo" - sugirió Clara, una de sus amigas.

Después de varios intentos fallidos, un anciano que pasaba por allí, don Manuel, se acercó a ellos.

"¿Qué les pasa, pequeños?" - preguntó con una sonrisa.

"Mi balón está atrapado entre las espinas y no podemos sacarlo" - respondió Tomás, todavía desanimado.

Don Manuel se agachó y, con mucho cuidado, logró liberar el balón con sus manos arrugadas.

"Aquí tienen, chicos. A veces, solo se necesita un poco de paciencia y ayuda" - dijo don Manuel, dando el balón a Tomás.

Los chicos dieron saltos de alegría y comenzaron a jugar de nuevo.

Unos días después, Clara decidió organizar un picnic en la plaza. Todos los niños estaban muy emocionados y cada uno debía llevar un plato especial. Sin embargo, en la víspera del picnic, Clara se dio cuenta de que su mamá había olvidado comprar los ingredientes para preparar su ensalada de frutas.

Desesperada, corrió hacia la plaza y se encontró con don Manuel, quien estaba regando las flores.

"¡Don Manuel!" - exclamó Clara "¿Podrías ayudarme? No tengo todo lo que necesito para el picnic".

"No te preocupes, niña. Ven conmigo" - respondió don Manuel.

El anciano la llevó a su casa y le ofreció todas las frutas que tenía en su jardín. Clara, asombrada por la generosidad del anciano, le agradeció muchas veces.

"No hay de qué, Clara. Me alegra poder ayudarte. La bondad siempre se devuelve" - dijo don Manuel mientras ella llenaba su canasta con las frutas.

El día del picnic llegó y todos los niños disfrutaron de la ensalada de frutas fresca, alabando a Clara por su receta. Sin embargo, lo más bonito fue que todos acordaron hacer algo especial para don Manuel: ¡un gran dibujo en agradecimiento por su ayuda!

Cada niño dibujó algo bonito, y al finalizar, se acercaron a la casa del anciano.

"¡Don Manuel!" - gritaron a coro.

Don Manuel salió al escuchar el bullicio y se encontró con la sorpresa de los dibujos colgados en un gran papel que los chicos habían traído.

"¡Oh, qué bellos dibujos!" - exclamó, emocionado. "Esto significa mucho para mí".

La sonrisa de don Manuel iluminó el lugar, y poco a poco, todos los niños se sintieron felices al ver cómo su pequeño gesto alegraba a su amigo.

Desde aquel día, don Manuel se convirtió en parte de sus juegos y aventuras, siempre dispuesto a ayudar y a compartir pequeñas lecciones de vida.

Mientras tanto, los niños aprendieron que la bondad existe en las pequeñas acciones, y que, aunque a veces parece que los problemas son grandes, siempre hay una manera de resolverlos si tienen a alguien que los ayude. Así, el amor y la amistad se entrelazaron en sus corazones, convirtiendo aquel pequeño pueblo en un lugar mágico donde todos cuidaban de todos.

FIN.

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