El Misterioso Bosque de las Mariposas
Había una vez, en un encantador pueblo rodeado de un denso bosque, un lugar mágico donde vivían hadas y mariposas. Este bosque se llamaba 'El Bosque de las Mariposas', y era conocido por sus colores vibrantes y sus bellas melodías que lo llenaban de vida.
Un día, un grupo de niños del pueblo decidió adentrarse en el bosque. Entre ellos estaba Lucía, una niña curiosa con una gran imaginación. Lucía, junto a sus amigos Mateo, Ana y Tomás, se encontró con un camino cubierto de flores brillantes y mariposas danzantes.
- “¡Miren esas mariposas! Son hermosas, quiero tocarlas”, dijo Lucía entusiasmada.
Sin embargo, Ana la detuvo. - “Esperá, Lucía. Las mariposas son seres mágicos. Ellas vienen y van como los sueños. No deberíamos molestarlas.”
Los niños continuaron su camino y pronto llegaron a un claro lleno de luz. Allí, entre los árboles, encontraron a un hada llamada Aria, que estaba llorando.
- “¿Por qué estás tan triste, hada Aria? ” preguntó Mateo, acercándose con cuidado.
- “He perdido mi varita mágica. Sin ella, no puedo ayudar a las mariposas ni hacer que el bosque siga brillando como solía hacerlo.”
Tomás, sabiendo que las aventuras a menudo traen sorpresas, propuso:
- “¡Podemos ayudarte a encontrarla! ¿Dónde la viste por última vez? ”
Aria, con los ojos llenos de esperanza, respondió:
- “La dejé caer cerca de la fuente de agua en el corazón del bosque. Pero… no puedo ir, necesito que protejan la fuente de un hombre que llegó a ese lugar, ha estado tratando de cortar los árboles para llevarse la belleza del bosque.”
Los niños se miraron entre sí. Sabían que tenían que ayudar a Aria y proteger su hogar mágico. Así que se dirigieron hacia la fuente, decididos a mantener el bosque a salvo.
Cuando llegaron a la fuente, vieron al hombre, que se llamaba Don Ramón, con un hacha en la mano, mirando a su alrededor.
- “¡Alto! No podés hacer eso! ” gritó Lucía, enfrentándolo con valor.
Don Ramón se sorprendió y dejó caer el hacha, pero no parecía asustado. - “¿Y por qué no puedo? Este bosque podría ser un lugar hermoso para construir una casa.”
Ana, recordando las palabras de Aria, dijo: - “Pero este bosque es hogar de muchas criaturas mágicas. Si cortás los árboles, las hadas y las mariposas no tendrán dónde vivir.”
Tomás, siempre tan ingenioso, propuso: - “Y si les muestras cómo cuidar de la naturaleza y trabajar en conjunto, podrían construir un lugar incluso mejor, donde todos puedan vivir y disfrutar.”
Don Ramón, al escuchar los argumentos de los niños, comenzó a reflexionar. - “Nunca lo había pensado de esa manera…”
Justo en ese momento, una lluvia de mariposas comenzó a volar alrededor de ellos, llenando el aire de colores. Aria apareció a su lado, sonriendo.
- “Este bosque tiene su propia protección, y son todos ustedes. Si se unen, pueden cambiar la manera en que vemos la naturaleza.”
Don Ramón, emocionado por la belleza de las mariposas y el entusiasmo de los niños, se sintió conmovido.
- “Tal vez debería aprender a cuidar de este lugar en vez de destruirlo.”
Y así, los niños y Don Ramón se unieron en un trabajo de equipo. Juntos, comenzaron a plantar nuevos árboles y a cuidar del bosque.
Don Ramón se convirtió en el guardián del Bosque de las Mariposas, aprendiendo sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Aria les agradeció y prometió que siempre serían amigos.
Finalmente, los niños hicieron el camino de regreso al claro, donde Aria había dejado su varita mágica. Estaba brillando con fuerza, esperando ser utilizada nuevamente para proteger el bosque.
- “Lo logramos gracias a la amistad y el valor”, dijo Lucía con una sonrisa.
La hada les entregó la varita y les dijo: - “Ahora son parte de la magia de este bosque. Con su bondad, siempre habrá luz y color.”
Desde aquel día, el Bosque de las Mariposas prosperó, lleno de risas, colores y mariposas danzantes. Y cada vez que veían a Don Ramón cuidando el bosque, los niños recordaban que la amistad y el respeto por la naturaleza podían cambiar el mundo para mejor.
FIN.