El Misterioso Bosque de los Susurros
Había una vez un pequeño pueblo llamado Entre Ríos, donde los niños jugaban alegremente en el parque y las familias compartían deliciosas cenas. Sin embargo, había un lugar un poco extraño al borde del pueblo: un bosque conocido como el Bosque de los Susurros.
Ese bosque, en las noches de luna llena, se llenaba de murmullos y ecos extraños. Los niños solían contar historias sobre lo que sucedía allí, y a veces, se atrevían a acercarse un poco, pero siempre regresaban asustados.
Una noche, tres amigos, Tomás, Luna y Mateo, decidieron que era hora de descubrir el misterio del bosque. Tomás era valiente, Luna era curiosa y Mateo, un poco miedoso, pero siempre estaban juntos.
"¿Vamos a investigar?" - propuso Tomás con una sonrisa.
"Sí, pero con cuidado" - respondió Luna entusiasmada.
"No sé..." - dudó Mateo, sintiendo un escalofrío. Pero al ver a sus amigos tan decididos, se armó de valor y aceptó.
Así que, con linternas en mano, los tres amigos se adentraron en el bosque. Al principio, todo era tranquilo y el aire estaba fresco. Pero, pronto comenzaron a escuchar esos susurros. Cada vez se hacían más fuertes.
"¿Qué será eso?" - preguntó Mateo, mirando a su alrededor con miedo.
"Quizás son los árboles hablando" - rió Tomás, intentando no asustar a su amigo.
"O tal vez son duendes" - agregó Luna con una sonrisa traviesa.
Mientras caminaban, encontraron un árbol enorme con una puerta diminuta. La curiosidad pudo más que el miedo, y decidieron abrirla. Dentro, encontraron una habitación llena de luces brillantes y criaturas mágicas. Había hadas danzando y un pequeño dragón que jugaba con una pelota.
"¡Hola!" - dijo una hada que se acercó a ellos. "¿Tienen miedo?"
"Un poco..." - admitió Mateo, aún temblando.
"No se asusten, este es un lugar seguro, solo somos amigos aquí. Nos gusta jugar y contar historias" - explicó el dragón con una voz suave.
Los amigos se sintieron aliviados y dejaron que la emoción del descubrimiento llenara sus corazones. Escucharon historias sobre el bosque y sus secretos, y se divirtieron jugando con las criaturas mágicas. Poco a poco, la noche se fue volviendo más alegre.
Cuando al fin decidieron regresar, las criaturas les regalaron una piedra brillante como recuerdo de su aventura.
"Cada vez que sientan miedo, recuerden que el valor y la amistad pueden superar cualquier cosa" - dijo la hada sonriendo.
Desde ese día, Tomás, Luna y Mateo nunca volvieron a tener miedo del Bosque de los Susurros. Comprendieron que las cosas que parecen aterradoras a veces pueden ser maravillosas, y que el valor se encuentra en la amistad.
Así, los tres amigos regresaron al pueblo, listos para contar sus increíbles aventuras y siempre recordando que, con el corazón valiente y la compañía adecuada, no había nada que temer.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.