El misterioso dibujo de la ciudad




Había una vez una abuela muy amorosa que siempre estaba dispuesta a escuchar las historias de sus nietos. Una noche, durante la cena, su nieta Lucía llegó emocionada con un dibujo en la mano.

-Abuela, abuela, mira lo que dibujé -exclamó Lucía con entusiasmo. La abuela observó el dibujo y se sorprendió al ver que Lucía había dibujado una ciudad entera. Algo en ese dibujo la hizo recordar una historia que su abuelita le contaba cuando era pequeña.

-Lucía, ¿sabías que las ciudades a veces tienen secretos mágicos? -dijo la abuela con una chispa de misterio en sus ojos. Intrigada, Lucía miró a su abuela esperando escuchar más.

La abuela continuó: -Cuentan las leyendas que en algunas ciudades hay puertas mágicas que conducen a mundos increíbles. Y si alguien logra encontrarlas, puede vivir aventuras extraordinarias. Los ojos de Lucía brillaron de emoción ante la idea de descubrir un secreto tan asombroso.

-Abuela, ¡quiero encontrar esa puerta mágica! -exclamó Lucía con determinación. La abuela sonrió y decidió convertir la historia en una aventura educativa para su nieta. Juntas buscaron en libros y mapas, aprendiendo sobre diferentes ciudades y sus historias.

Todos los días, después de la escuela, Lucía y su abuela exploraban nuevos lugares de su propia ciudad, buscando pistas que las acercaran a descubrir la posible puerta mágica. Durante sus exploraciones, conocieron personas maravillosas, probaron comidas deliciosas y descubrieron la belleza de su entorno.

Finalmente, una tarde, mientras paseaban por un barrio antiguo, Lucía y su abuela encontraron una puerta diferente a todas las demás. Tenía extraños símbolos tallados y lucía misteriosa. Con el corazón latiéndoles de emoción, decidieron abrirla.

Al cruzarla, se encontraron en un lugar mágico y colorido, donde la imaginación cobraba vida. Descubrieron que el verdadero secreto de las ciudades no era una puerta física, sino la capacidad de ver la magia en las cosas cotidianas, en las personas que conocemos, y en nosotros mismos.

Regresaron a casa con el corazón lleno de alegría y con la certeza de que cada día podían crear su propia magia.

Desde entonces, Lucía y su abuela seguirían explorando, aprendiendo y compartiendo aventuras, sabiendo que la magia estaba en todas partes, y que siempre tendrían una ciudad por descubrir, incluso en su dibujo.

FIN.

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