El Misterioso Gigante
En un verde y soleado jardín, donde las flores bailaban al ritmo del viento, vivía una hormiga llamada Lila. Era curiosa y siempre se preguntaba acerca del mundo que había más allá de su pequeño hormiguero.
Un día, mientras exploraba, Lila se topó con un gigantesco ser que nunca antes había visto: un humano. Para ella, los humanos eran criaturas lovecraftianas, inmensas e incomprensibles, llenas de misterios y sorpresas. Se acercó, con cuidado de no ser vista, para observarlo desde detrás de una hoja.
- ¿Quién es este ser tan extraño? - musitó Lila, observando cómo el humano se agachaba para ver las flores.
El hombre, cuya sombra parecía cubrir un buen trozo del jardín, se movía con torpeza, pero sus ojos brillaban de emoción.
- ¡Qué maravilla! - exclamó el humano, estirando su mano hacia una flor. Lila pudo notar cómo su dedo parecía enorme en comparación con la apertura de la flor.
Intrigada, Lila decidió acercarse un poco más. Era valiente, aunque su pequeño corazón latía rápido. De repente, un pequeño viento sopló y desvió la atención del humano justo hacia ella.
- ¡Oh! - exclamó el hombre, mirando directamente a Lila. - ¿Qué es eso? Una hormiguita.
Lila, asustada al principio, recordó que no había razón para temer. - No te asustes, soy solo Lila, una hormiga, y creo que eres un humano. Eres más grande de lo que imaginaba.
El humano se agachó y sonrió. - Así que hablas. Siempre he oído que las hormigas son seres increíbles. ¿Cómo es el mundo desde tu perspectiva tan pequeña?
Sorprendida por poder comunicarse con un ser tan grande, Lila se animó a contarle sobre su vida en el hormiguero, las aventuras que tenía con sus amigas, y cómo construían túneles y buscaban comida.
- ¡Eso suena fascinante! - dijo el hombre, sorprendido. - Aquí, a veces, nos olvidamos de las cosas pequeñas, ¿verdad? Pero tú y tus amigas son unas constructoras. Eso es digno de admiración.
Lila, sintiéndose agradecida por el reconocimiento, decidió preguntarle al humano: - ¿Y qué haces tú en este jardín tan hermoso?
El humano se miró las manos y sonrió dulcemente. - Vine a disfrutar de la naturaleza, de las plantas y los árboles. A veces, cuando estoy triste, vengo aquí y todo se siente mejor. Cada ser, grande o pequeño, tiene su propio papel en este mundo.
Lila pensó en esto. Un mundo donde todos, desde los gigantes como él hasta las pequeñas hormigas como ella, tenían su preocupación y sus alegrías. Eso no era tan diferente. El humano continuó: - ¿Sabías que hay muchas cosas que aprender de ti? Las hormigas son trabajadoras, y cuidan de su comunidad.
- ¡Nos encanta trabajar juntos! - respondió Lila, emocionada. - Cada hormiga aporta algo y, al final del día, somos un gran equipo.
El hombre asintió, pensativo. - Quizá deberíamos aprender a trabajar más en equipo entre nosotros, los humanos. Me gustaría ser más como tú, Lila.
De repente, una nube oscureció el cielo y comenzó a llover. El humano se levantó rápidamente, buscando refugio. - ¡Debo irme! Esto fue increíble. Eres una hormiga única, Lila. Gracias por compartir tu mundo conmigo.
- ¡Espera! - gritó Lila. - No olvides que incluso los más grandes pueden aprender de los más pequeños. ¡Nosotros hacemos grandes cosas, aunque nadie lo vea!
El humano sonrió antes de desaparecer detrás de un árbol. Había una lección que llevaría consigo: todos, sin importar su tamaño, tienen un papel importante en la vida.
Lila regresó a su hormiguero con una nueva perspectiva. Aunque los humanos eran seres lovecraftianos, para ella, ese encuentro no había sido aterrador, sino inspirador. Aprendió que si los gigantes y las hormigas podían comunicarse y entenderse, entonces el mundo era un lugar lleno de posibilidades y pertenencia.
FIN.