El Misterioso Hospital Abandonado
Era un día soleado en el barrio de Villa Rosa cuando Joaquín y Sofía, dos amigos inseparables, escucharon un rumor que recorría la escuela como el viento. La historia hablaba de un hospital abandonado en las afueras de la ciudad, donde una doctora endemoniada había robado a un niño y ahora quien se atreviera a entrar podría ganar 20, 000 dólares.
"¿Te imaginas tener 20, 000 dólares, Joaquín? ¡Podríamos hacer un montón de cosas!", dijo Sofía con una mezcla de emoción y miedo en su voz.
"Sí, pero también dicen que la doctora cuida sus secretos con garras afiladas y ojos incandescentes, Sofía. No sé si sea buena idea", respondió Joaquín sudando frío.
Al principio, pensaron en renunciar a la idea, pero la curiosidad y las ganas de ayudar al niño atrapado dentro del hospital pesaban más en sus corazones. Así que, armados con sólo una linterna y una gran dosis de valentía, decidieron entrar.
Cuando llegaron al hospital, el cielo se oscureció de pronto, convirtiendo el lugar en un laberinto de sombras y ecos. Sofía iluminó una vieja puerta con su linterna, y los dos se miraron nerviosos.
"Aquí vamos, ¿listo?", preguntó Sofía.
"¡Listo!", respondió Joaquín, aunque en su interior sentía un torbellino de dudas.
Al abrir la puerta, se encontraron en un pasillo cubierto de polvo y telarañas. Era como si el tiempo hubiera detenido su marcha en ese lugar. De repente, escucharon un susurro.
"¿Quién anda ahí?", se oyó débilmente, haciendo que los dos niños se miraran aterrorizados.
"¡Sólo somos dos chicos explorando!", exclamó Joaquín intentando sonar valiente. Pero la verdad es que ambos temblaban de miedo.
Con cada paso que daban, las historias sobre la doctora se hacían más reales. En un momento, encontraron un trozo de papel arrugado en el suelo. Era un mapa que conducía hacia una puerta secreta en el sótano.
"Mirá, Sofía, esto puede ser la clave para encontrar al niño. ¡Debemos seguirlo!", sugirió Joaquín.
"Está bien, pero vayamos con cuidado", dijo Sofía, apretando a Joaquín de la mano.
Avanzaron siguiendo el mapa hasta llegar a la puerta del sótano. Aunque el aire se volvió helado, abrieron la puerta chirriante. Allí, en lo profundo de la oscuridad, hallaron una habitación llena de frascos y libros antiguos.
"¿Y si la doctora está aquí?", preguntó Sofía con voz temblorosa.
"Debemos ser valientes. No podemos dejar que el miedo nos detenga", respondió Joaquín, decidido a hacer lo correcto.
De repente, una sombra apareció ante ellos. Era una figura alta con un delantal manchado.
"¿Qué hacen aquí, niños?", preguntó la doctora, su voz sonaba melódica pero aterradora.
"Venimos a rescatar al niño que te llevaste", dijo Joaquín, tragándose el miedo.
"Él está aquí, pero no es lo que parece", dijo la doctora, haciendo una pausa. "Está en una habitación que nadie cree que existe".
Ambos niños se miraron confundidos. La doctora sonrió, pero no de una manera malvada.
"¿Sabían que detrás de cada miedo hay una historia?", les preguntó.
"¿Qué quieres decir?", preguntó Sofía.
La doctora los llevó a una habitación oculta. Allí estaba un niño que parecía asustado y perdido.
"No he robado a nadie; este niño se perdió en sus propios miedos y yo le enseñé a ser valiente", explicó la doctora acariciando su cabeza.
"¿Pueden ayudarme a encontrar mi camino de vuelta?", preguntó el niño en voz baja.
Sofía y Joaquín entendieron que su misión no era sólo rescatar a un niño, sino también ayudarlo a enfrentar lo que le asustaba.
"No estás solo. Juntos podemos encontrar el camino", dijo Joaquín, dispuesto a liderar a su nuevo amigo.
La doctora, sorprendida por la sabiduría de los niños, decidió que sería una buena idea guiarlos. Así, juntos, comenzaron a recorrer el hospital, descubriendo habitaciones llenas de elementos curiosos y añoranzas.
"A veces, lo que parece aterrador se convierte en una aventura si lo enfrentamos juntos", dijo Sofía mientras la doctora sonreía.
"Y a veces, solo necesitamos un poco de ayuda para ver las cosas desde otro ángulo. ", agregó Joaquín.
Finalmente, con el apoyo de la doctora, el niño recuperó la confianza. Juntos, encontraron la salida. La doctora, agradecida, les ofreció una recompensa, pero ellos sólo querían que el niño supiera que todo estaba bien.
Cada uno salió del hospital con una lección: enfrentar nuestros miedos puede conducir a descubrimientos extraordinarios. Así, Joaquín y Sofía no solo rescataron a un niño, sino que también ayudaron a una doctora a ver el poder de la amistad y la valentía.
Con el tiempo, el hospital fue transformado en un centro comunitario donde niños y adultos aprendían a superar sus temores juntos. Y con ella, la historia de la doctora se convirtió en una leyenda que inspiraría a muchos a ser valientes.
"¡Mira, Sofía! A veces, nuestros miedos pueden ser la puerta a maravillosas aventuras!", dijo Joaquín mientras se alejaban de aquel misterioso lugar.
Así, los jóvenes aprendieron que el amor y la amistad son más poderosos que cualquier miedo, y que siempre hay luz al final del túnel, incluso en los lugares más oscuros.
FIN.