El misterioso jardín de colores


Ambar vivía en un pequeño pueblo en Argentina, donde el sol brillaba intensamente y el aire siempre olía a flores frescas. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con dos niñas que parecían muy especiales.

Una de ellas, Mia, tenía el cabello rubio como el trigo maduro, con ojos tan azules como el cielo despejado. La otra, Lili, tenía el cabello multicolor, como si hubiera atrapado un arcoíris en su melena.

Ambar se acercó tímidamente y les preguntó si querían jugar juntas. - ¡Hola! Soy Ambar, ¿quieren ser mis amigas? - exclamó con entusiasmo. Mia y Lili sonrieron y aceptaron encantadas. Juntas, las tres niñas exploraron el parque, corrieron entre los árboles y se rieron a carcajadas.

De repente, Lili les contó sobre un misterioso jardín de colores que estaba escondido en el bosque, un lugar mágico donde cada flor era de un color distinto.

Las niñas no pudieron resistirse a la tentación y decidieron ir en busca de este asombroso jardín. Caminaron entre los árboles, siguieron el sonido del riachuelo y, finalmente, llegaron al jardín de colores.

Quedaron boquiabiertas al ver las flores de tonalidades brillantes y espectaculares: rosas rosadas, girasoles amarillos, lirios morados y margaritas blancas como la nieve. Las niñas se maravillaron con la belleza del lugar y comenzaron a jugar entre las flores.

Sin embargo, de repente, un conejito blanco asustado salió corriendo del jardín y les explicó que las flores estaban perdiendo su color y marchitándose. Las niñas, preocupadas, decidieron investigar el motivo. Mia, con su inteligencia, descubrió que un malvado duende había vertido un hechizo sobre el jardín para robar los colores y hacerse con su magia.

Sin pensarlo dos veces, las tres valientes amigas se unieron para revertir el hechizo. Ambar, con su creatividad, ideó un plan para distraer al duende mientras Mia y Lili recogían las flores marchitas y las regaban con agua pura y amor.

Con sus esfuerzos combinados, lograron devolver el color y la magia al jardín, y las flores volvieron a brillar con intensidad. El duende, al ver que su hechizo había sido desbaratado, huyó asustado.

Las niñas celebraron su victoria con risas y abrazos, y prometieron cuidar siempre el mágico jardín de colores. Desde ese día, Ambar, Mia y Lili se convirtieron en inseparables amigas, compartiendo aventuras y risas mientras aprendían la importancia de trabajar juntas, ser solidarias y proteger la belleza que les rodeaba.

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