El Misterioso Moustro Picudo



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colinas Verdes, un niño llamado Lucas. Lucas era un niño curioso que siempre quería explorar los rincones más misteriosos del lugar, pero había una historia que todos en el pueblo contaban en susurros: la leyenda del Moustro Picudo.

El Moustro Picudo era un ser extraño con un cuerpo cubierto de escamas y un gran pico afilado. Decían que se escondía en el bosque oscuro al final del pueblo y que solo salía de noche. Muchos pequeños del lugar aseguraban haberlo visto, pero todos se espantaban de miedo y volvían corriendo a casa, así que nadie podía confirmarlo.

Una noche, impulsado por su curiosidad, Lucas decidió aventurarse en el bosque. Se armó con su linterna y, aunque un poco asustado, se adentró en el camino zigzagueante entre los árboles.

"Quizás solo sea un cuento, nada más que eso" - se decía Lucas.

Mientras avanzaba, el viento susurraba entre las ramas, y las sombras parecían moverse a su alrededor. Lucas empezó a dudar de su decisión,

"Quizás mejor debería volver..." - pensó, pero justo en ese momento escuchó un sonido parecido a un crujido.

"¿Quién está ahí?" - preguntó Lucas, asomando su linterna hacia la oscuridad.

De repente, un destello de ojos brillantes apareció ante él. Eran enormes y reflejaban la luz de la linterna. Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda.

"No tengas miedo, pequeño" - dijo una voz profunda y suave, saliendo de la oscuridad.

Apareció el Moustro Picudo, y, para sorpresa de Lucas, era mucho menos aterrador de lo que había imaginado. Tenía un aspecto peculiar y sus escamas brillaban bajo la luz de la luna.

"Hola, soy el Moustro Picudo. La gente me teme porque creen que soy malo, pero en realidad solo quiero que me comprendan" - continuó.

Lucas, sintiéndose un poco más valiente, se acercó.

"¿Por qué te escondes aquí entonces?" - preguntó Lucas.

"Las personas siempre me miran con miedo, así que me alejo. Solo quiero vivir en paz. Pero a veces me siento muy solo" - respondió el Moustro, suspirando.

Lucas se sintió empático hacia el Moustro Picudo. Entonces tuvo una idea brillante.

"¿Por qué no organizamos una fiesta? Invitemos a todos los chicos del pueblo para que te conozcan. Estoy seguro de que no les darás miedo una vez que vean lo amigable que sos" - sugirió Lucas, con una sonrisa.

El Moustro se quedó sorprendido por la propuesta.

"¿En serio lo crees? ¿Podrían aceptar venir a conocerme?" - preguntó con esperanza.

"¡Claro! Te ayudaré a preparar todo y haré que se sientan cómodos" - dijo Lucas, entusiasmado.

Así fue como, al día siguiente, Lucas comenzó a planear la fiesta. Habló con todos sus amigos y les contó que el Moustro Picudo no era lo que pensaban. Muchos aún estaban escépticos, pero decidieron ir al final.

La noche de la fiesta, Lucas llevó a los niños al bosque. Todos estaban nerviosos, pero cuando el Moustro Picudo salió para saludarlos, sonrió y les ofreció dulces hechos por él.

"¡Hola a todos! ¡Bienvenidos a mi hogar!" - exclamó el Moustro, mientras los niños se asomaban detrás de Lucas.

Poco a poco, los chicos empezaron a relajarse. Lucas les susurró,

"¡Vengan, es un buen amigo!"

Y así, la noche avanzó llena de risas, juegos y amistad.

El Moustro se convirtió en el centro de la atención, mostrando a todos sus trucos y encantos.

"Vean, no soy tan malo, ¿verdad?" - decía el Moustro, mientras demostraba su habilidad para hacer malabares con frutas del bosque.

Desde ese día, el Moustro Picudo dejó de ser un ser temido y se volvió parte del pueblo. Los niños frecuentemente lo visitaban para jugar y aprender sobre el bosque, y él les enseñaba sobre animales y plantas.

"Gracias, Lucas. Me has dado un nuevo hogar, lleno de amigos" - dijo el Moustro un día, mientras se sentaban juntos bajo las estrellas.

"Es un placer, ¡todos merecemos ser escuchados y apreciados!" - contestó Lucas.

Y así, el Moustro Picudo y Lucas demostraron a todos que a veces, lo que parece aterrador es solo una invitación a la amistad. Y que comprender al otro puede hacer que superemos prejuicios y miedos. En Colinas Verdes, el miedo se convirtió en alegría, y el bosque en un lugar lleno de risas.

Fin.

FIN.

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