El Misterioso Pájaro de Colores



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Tomás. Era un niño curioso y aventurero que pasaba sus días explorando la naturaleza. Su lugar favorito era el bosque, donde soñaba con encontrar algo extraordinario. Un día, mientras caminaba por un sendero, Tomás escuchó un canto melodioso que venía de un árbol alto.

- ¡Qué hermoso suena eso! - exclamó Tomás, emocionado.

Decidió seguir el sonido y pronto se encontró con un pájaro jamás visto. Era de colores vibrantes, con plumas rojas, azules y amarillas que brillaban bajo el sol. Tomás nunca había visto algo así.

- Hola, pequeño explorador - dijo el pájaro con una voz suave. - Soy Pío, el pájaro de colores. He estado esperando a alguien que tenga un corazón valiente para ayudarme.

Tomás, sorprendido pero intrigado, preguntó:

- ¿Ayudarte? ¿En qué puedo hacerlo?

Pío le explicó que había un árbol mágico en el bosque que necesitaba ser protegido. Sin embargo, un grupo de criaturas traviesas estaba planeando robar sus hojas mágicas para usarlas en sus travesuras.

- Si logras encontrar el árbol y protegerlo, te concederé un deseo - prometió Pío, guiando a Tomás más profundo en el bosque.

Tomás se sintió emocionado y asustado a la vez, pero decidió que debía intentarlo. Juntos, se adentraron en el bosque, enfrentando desafíos como ríos caudalosos y arbustos espinosos. En el camino, hicieron una pausa para descansar.

- ¿Por qué los pájaros como tú no pueden volar hasta el árbol? - preguntó Tomás.

- La magia solo puede ser llevada por aquellos que son verdaderamente valientes - respondió Pío. - Y tú cumples con eso al hacer este viaje.

Finalmente, llegaron al árbol mágico, que se alzaba majestuosamente bajo el sol. Sin embargo, las criaturas traviesas ya estaban allí, preparando sus planes.

- ¡Lárgate de aquí, árbol! - gritó una de las criaturas, con un brillo travieso en sus ojos.

Tomás sintió un nudo en el estómago, pero Pío le dio un empujón de ánimo.

- Recuerda, la valentía no siempre es gritar, a veces es hablar con el corazón.

Tomás se acercó a las criaturas:

- Por favor, no se lleven las hojas. Son muy importantes para el bosque.

Las criaturas se rieron, pero Tomás no se rindió. Con voz firme, continuó:

- Si las roban, el bosque se marchitará y no tendrán más lugar donde jugar.

Las criaturas se miraron, confundidas.

- ¿Y qué nos importa eso? - dijo una de ellas, con un poco de sarcasmo.

- Porque si el bosque muere, ustedes también perderán su hogar.

Tomás vio que las criaturas comenzaban a pensar.

- Tal vez deberíamos buscar otra manera de divertirnos - dijo una.

Tomás, sintiéndose más seguro, añadió:

- ¿Y si jugamos juntos? Podemos encontrar juegos que no necesiten robar las hojas. Hay un montón de espacio en el bosque para todos.

El grupo de criaturas, visiblemente intrigado, empezó a murmurar entre ellas. Al final, decidieron escuchar la propuesta de Tomás.

- De acuerdo, juguemos juntos - dijeron.

Así, Tomás, Pío y las criaturas organizaron carreras, juegos de escondidas y todo tipo de aventuras. El árbol mágico mantuvo sus hojas, y todos aprendieron la importancia de cuidar su hogar y colaborar.

Al finalizar el día, Pío se acercó a Tomás.

- Has sido increíble hoy, has mostrado una gran valentía y compasión. Cumpliré mi promesa. ¿Cuál es tu deseo?

Tomás sonrió, pensando en lo que realmente deseaba.

- Mi deseo es que todos sigamos juntos cuidando este bosque y protegiéndolo.

- Un deseo maravilloso, así será - dijo Pío, y en un destello de luz, las criaturas comenzaron a brillar también, convirtiéndose en guardianes del bosque.

Desde ese día, Tomás y sus nuevos amigos se aseguraron de que el bosque siguiera siendo un lugar mágico, lleno de aventuras y risas. Y así, cada primavera, el pueblo celebraba el día del árbol mágico, recordando la importancia de cuidar lo que amamos.

FIN.

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