El Misterioso Payaso y la Aventura de Marina
Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de alegría y risas, una niña llamada Marina. Ella era curiosa y le encantaba explorar lugares nuevos. Una tarde, mientras paseaba por el vecindario, encontró una casa antigua y abandonada, cubierta de enredaderas y con las ventanas polvorientas.
"¿Qué misterio habrá detrás de esas paredes?" - se preguntó Marina mientras empujaba la puerta, que chirrió al abrirse.
Al entrar, se dio cuenta de que la casa estaba llena de objetos olvidados y recuerdos polvorientos. Justo en el centro del salón, había un viejo espejo y, al mirarse en él, ¡sorpresa! Apareció un payaso con una gran sonrisa y un enorme globo rojo.
"¡Hola, pequeña exploradora!" - exclamó el payaso, haciendo un gesto exagerado con sus manos. "Me llamo Risas, y estoy aquí para jugar contigo."
Marina, aunque sorprendida, se sintió algo intrigada.
"Hola, Risas. No esperaba encontrar un payaso en un lugar así. ¿Qué haces aquí?" - preguntó con curiosidad.
"La gente se olvida de mí, pero yo sigo esperando a que un niño venga a jugar. ¡Ven, sigamos juntos!" - dijo Risas, dando un salto que la hizo reír.
Marina decidió acompañarlo. Ambos comenzaron a explorar la casa. Risas le mostró viejas fotografías y juguetes olvidados, y por un instante, la casa ya no parecía tan tenebrosa. Sin embargo, mientras jugaban, Risas se comenzó a comportar de una manera extraña.
"¿No tienes miedo de que tus amigos se preocupen?" - preguntó Marina, sintiendo un leve escalofrío.
"¿Miedo? ¡Yo nunca tengo miedo! ¡Vamos a la parte del jardín!" - insistió Risas, guiando a Marina hacia un oscuro pasillo.
Al salir, Marina se dio cuenta de que el jardín estaba lleno de flores marchitas y un pequeño estanque que reflejaba la luna. Cuando intentó mirar más de cerca, Risas la empujó suavemente, provocando que ella tropezara y cayera al agua.
"¡Ayuda!" - gritó Marina, tratando de salir, pero el agua estaba más profunda de lo que parecía.
Risas, al ver eso, comenzó a reír descontroladamente y dio un paso atrás.
"¡No puedo ayudarte! ¡No sé nadar!" - dijo el payaso entre risas, desapareciendo en la oscuridad.
Marina luchaba en el agua, sintiendo que su corazón se aceleraba. Sin embargo, en lugar de rendirse, recordó las enseñanzas de su mamá sobre la importancia de la valentía.
"No puedo dejar que esto me derrote. Tengo que luchar y encontrar una forma de salir de aquí" - se dijo a sí misma.
Con mucha determinación, comenzó a mover los brazos y las piernas, intentando alcanzar el borde del estanque. Finalmente, logró salir y, empapada y temblando, miró a su alrededor. Risas había desaparecido.
Esa fue una experiencia aterradora, pero le enseñó una valiosa lección sobre el valor de pedir ayuda y la importancia de saber reconocer cuando es necesario actuar. Con el tiempo, Marina regresó a casa, donde su mamá la estaba esperando con una taza de chocolate caliente.
"Marina, me tenías preocupada. ¿Vas a volver a explorar casas abandonadas?" - le preguntó su madre.
"No, mamá. En la próxima aventura, lo haré con un amigo de verdad. Alguien que sepa ayudarme en caso de emergencia" - respondió Marina con una sonrisa.
Desde aquel día, Marina aprendió a ser más cautelosa, a valorar la compañía de sus verdaderos amigos y, sobre todo, a nunca dejar de ser valiente. Su aventura terminó, pero su espíritu curioso nunca se apagó, dedicándose a descubrir lo maravilloso del mundo a su alrededor, siempre acompañada de personas que la cuidaban y apoyaban.
FIN.