El Misterioso Portal de Zur y Baran



En una escuela primaria de Buenos Aires, había dos entretenidas fokeas que eran las mascots de todos los chicos: Zur, una foca gris y juguetona, y Baran, una foca blanca y sabia. Todos los días, Zur y Baran hacían que el recreo fuera mucho más divertido, contándoles historias sobre el mar y enseñándoles sobre el cuidado del medio ambiente.

Un día, mientras jugaban a la pelota, los chicos encontraron algo extraño en el patio: un antiguo arco de madera cubierto de algas y con un brillo misterioso.

"¿Qué será eso?" - dijo Luca, uno de los alumnos, acercándose al portal.

"Parece un portal, como el de los cuentos de hadas" - respondió Sofía, curiosa.

Zur, que observaba desde su lugar favorito, exclamó: "¡No lo toquen! Eso puede ser peligroso."

Baran, siempre más cautelosa, añadió: "Pero tal vez sepamos más si lo investigamos juntos."

Después de discutirlo un rato, decidieron entrar al portal, aunque con un poco de miedo. Al cruzarlo, se encontraron en un mundo mágico lleno de agua azul reluciente, corales de colores brillantes, y, por supuesto, a Zur y Baran en sus formas reales. Los chicos estaban asombrados.

"¡Bienvenidos!" - dijo Zur con una sonrisa. "Este es nuestro hogar, donde cuidamos del océano y de todos sus habitantes."

Baran, que era más reservada, añadió: "Aquí también tenemos muchos desafíos. ¡Por eso vinieron ustedes!"

De repente, una nube oscura cubrió el cielo, y un grupo de peces tristes apareció nadando al rededor.

"¿Qué sucede, amigos?" - preguntó Baran.

"El arrecife se está enfermando, hay mucha basura acumulada" - respondieron los peces con voz temblorosa.

Los chicos, con la ayuda de Zur y Baran, decidieron ayudar.

"Necesitamos recoger toda la basura del océano" - dijo Luca, decidido. "Juntos podemos hacerlo."

Zur mostró cómo podían crear redes con algas para recolectar la basura, y Baran enseñó a los chicos a ser más responsables con sus hábitos diarios, como reciclar y no tirar basura en la playa.

Trabajaron durante horas, riendo, jugando y aprendiendo. Poco a poco, el océano comenzó a recuperar su color vibrante y los peces sonrieron de nuevo.

"¡Gracias, amigos!" - dijo un pez dorado. "Ustedes son héroes del mar."

Cuando ya habían limpiado una buena parte del arrecife, el cielo se despejó y el sol brilló con fuerza, iluminando el océano con una luz dorada. Fue el momento en que los chicos sabían que debían volver a su mundo.

"Pero, ¿podemos venir a visitarlos de nuevo?" - preguntó Sofía con tristeza.

Zur sonrió y respondió: "Siempre que tengamos un problema, ustedes serán bienvenidos aquí. Además, deben contárselo a todos en su escuela. ¡El mundo necesita cuidadores como ustedes!"

Al cruzar el portal de regreso, los niños prometieron ser más conscientes del medio ambiente y compartir todo lo que habían aprendido. Desde ese día, el arco en el patio fue un recordatorio constante de que un pequeño grupo de amigos podía hacer una gran diferencia.

Así que, la próxima vez que vean una bolsa de plástico volar en el aire, o un papel en la calle, recuerden a Zur y Baran, y que cada acción puede ser un gran paso hacia un mundo más limpio y saludable.

FIN.

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