El Misterioso Ruido de la Noche



Era una noche tranquila y despejada en la casa de Manuela. La luna iluminaba el cuarto con su suave luz plateada. Manuela estaba acotada en su cama, con su almohada mullida y su manta favorita, cuando de repente, escuchó un ruido extraño que la hizo sobresaltarse. El sonido venía de la ventana, y parecía el suave susurro de algo que quería ser escuchado.

- ¿Qué será ese ruido? - se preguntó Manuela, frotándose los ojos para quitarse el sueño.

Con valentía, se levantó de la cama y se acercó a la ventana. Al asomarse, notó que la brisa movía las hojas de los árboles y hacía que un pequeño juguete de madera, que había dejado en el alféizar, sonara como si estuviera cantando. Manuela sonrió al darse cuenta de que no era más que un juguete, pero también se preguntó si tal vez había algo mágico en la noche.

Decidida a descubrir el misterio, Manuela decidió salir al jardín. Al abrir la puerta, un aire fresquito le dio la bienvenida.

- ¡Hola, mundo! - exclamó Manuela, sintiéndose valiente y curiosa.

Al dar unos pasos, el ruido extraño volvió a aparecer, ahora con un tono más melódico. De repente, una luciérnaga brillante se le acercó.

- ¡Hola, Manuela! - dijo la luciérnaga con una voz suave. - Soy Luma, la luciérnaga cantarina. Te he estado buscando.

- ¿Buscándome? - contestó Manuela con sorpresa.

- Sí, esta noche es especial. Hay un baile de luces y necesito tu ayuda. - dijo Luma agitando suavemente sus alitas brillantes.

- ¿Un baile de luces? - preguntó Manuela, emocionada. - ¿Cómo puedo ayudarte?

- Todos los animales del bosque se reúnen para celebrar, pero este año la música se ha apagado. Necesitamos una melodía para iluminar la noche. - explicó Luma.

- ¡Cuenten conmigo! - afirmó Manuela, sintiéndose una verdadera heroína.

Entonces, los dos amigos se adentraron más en el jardín. Al cruzar el umbral de la oscuridad, Manuela se encontró con un grupo de animales: un conejo, un zorro y un búho, quienes parecían no saber qué hacer.

- ¡Hola, amigos! - saludó Manuela. - ¿Por qué están tan tristes?

- No hay música para el baile. - dijo el conejo con tristeza. - Sin música, el baile no puede comenzar.

Manuela pensó un momento y decidió que era hora de usar su imaginación. Se sentó en el suelo y comenzó a cantar una hermosa canción que había aprendido de su madre.

- La noche es mágica, llena de estrellas,

las luces titilan, como constantes centellas.

El viento susurra su suave melodía,

todos juntos bailamos, llena de alegría.

A medida que Manuela cantaba, las luciérnagas comenzaron a iluminar el paisaje, llenando el aire de una suave luz dorada. Los animales, motivados por la alegría de la música, empezaron a moverse y a bailar, creando un espectáculo maravilloso.

- ¡Es mágico! - gritó el zorro, saltando de un lado a otro.

- ¡Sigamos bailando! - exclamó el búho, alzando sus alas.

Manuela se sintió llena de felicidad al ver cómo su música traía vida al bosque. Y así, la noche avanzaba entre risas y bailes, y todas las criaturas disfrutaban de una celebración muy especial.

Cuando la luna alcanzó su punto más alto, Manuela se dio cuenta de que ya era hora de volver a casa. Se despidió de sus nuevos amigos, prometiendo regresar el próximo año para otro baile de luces.

- ¡Gracias, Manuela! Eres una verdadera amiga. - dijo Luma mientras se alejaba.

- Gracias a ustedes por dejarme formar parte de esta mágica noche. - sonrió Manuela, sintiendo que su corazón estaba lleno de cariño.

Finalmente, regresó a su cama, con una sonrisa en su rostro y la certeza de que a veces, los pequeños ruidos pueden llevarnos a aventuras grandiosas. En sus sueños, las luces del bosque brillaban aún más, y en su corazón, guardó un deseo: siempre estar dispuesta a escuchar y descubrir lo mágico que hay en el mundo.

Y así, Manuela aprendió que la música, la amistad, y un poquito de valentía pueden iluminar incluso las noches más oscuras.

FIN.

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