El Misterioso Susurro del Bosque
En un tranquilo pueblo, rodeado de montañas y un bosque denso, vivían una yegua llamada Luna y su potrillo Nieve. A unos pocos días de haber nacido, Nieve se aventuró un poco más allá del límite de su pradera, atraído por algo que sólo él podía oír.
Una noche, mientras la luna brillaba en el cielo, Nieve escuchó un suave susurro que lo llamaba desde el bosque.
"Nieve, ven aquí..." - decía una voz melodiosa que lo fascinaba.
Un poco asustado pero también curioso, miró a su madre.
"Mamá, ¿escuchaste eso?" - preguntó el potrillo.
Luna, que había estado comiendo hierba tranquila, levantó la vista.
"No, hijo. No hay nada. Es sólo tu imaginación" - respondió.
Pero Nieve no estaba convencido. Decidió acercarse un poco más al borde del bosque, y entonces lo vio: una figura pálida y etérea, que parecía flotar entre los árboles.
"¡Ven! ¡No tengas miedo!" - lo llamó la figura.
Nieve sintió un escalofrío. Pensó en lo que le había dicho su madre:
"Los bosques pueden ser peligrosos, siempre hay que tener cuidado" - se recordó.
Al día siguiente, Nieve no podía dejar de pensar en aquella figura. Se lo contó a Luna.
"Mamá, vi a un ser en el bosque que me llamaba. Era hermoso, pero me dio miedo" - relató.
Luna miró a su hijo con atención.
"Nieve, los seres del bosque a menudo ofrecen tentaciones, pero es importante escucharse a uno mismo. Tienes que aprender a discernir entre lo que te hace bien y lo que puede ser un peligro" - le explicó.
Decidido a entender más, Nieve decidió volver al bosque al día siguiente. Esta vez, se llevó a Luna con él. Al llegar, la figura apareció de nuevo, pero esta vez con una sonrisa tranquilizadora.
"¿Por qué no vienen a jugar?" - preguntó.
Luna, sintiendo el temor de su hijo, no le gustó la idea.
"Nieve, mira cómo se comporta. No es un juego seguro" - le advirtió.
Pero Nieve, sensible y amable, escuchó.
"¿Por qué no quieres que juguemos?" - preguntó Nieve desafiante.
La figura sonrió, pero había cierta tristeza en su mirada.
"Porque el bosque guarda secretos que nunca deben ser revelados. Jugar aquí podría traer problemas. Recuerda, pequeño... siempre hay un precio que pagar por lo que parece divertido" - respondió.
Nieve, comprendiendo la advertencia, miró a su madre y luego a la figura.
"Quizás deberíamos volver a casa, ¿verdad, mamá?" - dijo.
Luna asintió, orgullosa de la decisión de su hijo. Juntos se alejaron del bosque, y mientras lo hacían, la figura desapareció entre los árboles.
A raíz de aquella experiencia, Nieve aprendió que a veces lo desconocido puede atraer, pero lo más importante es escuchar a la voz de la experiencia. Con el tiempo, se convirtió en un caballo fuerte y sabio que siempre enseñaba a otros jóvenes a seguir los caminos seguros, recordando que la curiosidad debería ser alimentada con precaución.
Y así, Luna y Nieve vivieron felices, protegiéndose mutuamente y aprendiendo que el amor y la sabiduría siempre vencen al miedo.
FIN.