El Misterioso Viaje de Tomás en la Ciudad Mágica
Era un día soleado, y Tomás, un niño lleno de curiosidad, decidió explorar más allá de su barrio. Mientras recorría un sendero que nunca había tomado, se encontró con un puente brillante que parecía hecho de caramelos. Su corazón latía con emoción, y sin pensarlo dos veces, cruzó el puente.
Al otro lado, Tomás entró en una ciudad mágica, donde los edificios eran de colores vibrantes y las calles estaban llenas de criaturas extraordinarias. Las flores cantaban y las nubes formaban figuras en el cielo.
"¡Hola, pequeño curioso!" - saludó una ardilla con un sombrero de copa.
"¡Hola! ¿Dónde estoy?" - preguntó Tomás, con los ojos bien abiertos de asombro.
"Estás en Maravillosa, la ciudad mágica. Aquí todo puede suceder, pero ten cuidado, ¡puedes perderte si te distraes demasiado!" - advirtió la ardilla.
Tomás sonrió y prometió no distraerse. Sin embargo, la curiosidad siempre vencía a su promesa. Se adentró por una calle donde las nubes danzaban al ritmo de una canción alegre.
De repente, escuchó una risa contagiosa y siguió el sonido. Llegó a una plaza donde un grupo de criaturas bailaba y disfrutaba de un festín.
"¡Ven, únete a nosotros!" - dijo un pequeño dragón con alas doradas.
"¡Esto es increíble!" - exclamó Tomás, y no pudo resistirse a participar en el baile.
Mientras bailaba, se olvidó de la ardilla y de su advertencia. Cuando finalmente se detuvo, se dio cuenta de que no sabía cómo regresar.
"Oh, no. ¿Dónde está el puente?" - se preocupó Tomás.
"No te preocupes, pequeño. Siempre hay un modo de volver.¿Tienes un mapa?" - le preguntó un búho sabio que se posó en un árbol.
"No tengo, pero puedo preguntar a alguien." - respondió Tomás.
Tomás decidió que era hora de hacer preguntas. Se acercó a la mariposa más colorida que jamás había visto.
"¿Cómo vuelvo a casa?" - quiso saber.
"Sigue el camino de las flores que cantan, pero recuerda, no te distraigas.¡Necesitarás discernimiento para encontrar lo que buscas!" - le dijo la mariposa.
Tomás agradeció a la mariposa y siguió su consejo. Mientras caminaba, se encontró con una flor que le habló.
"¡Puedes pasar! Pero solo si adivinas mi acertijo: soy ligero como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme. ¿Qué soy?" - dijo la flor.
"¡El aliento!" - respondió Tomás emocionado.
"¡Correcto! Ahora podrás seguir tu camino." - dijo la flor con una sonrisa.
Continuando su recorrido, Tomás se encontró con numerosos desafíos: una roca que cantaba, un pez volador y hasta un gigante de algodón de azúcar que le hizo reír. Aprendió algo nuevo de cada encuentro, pero al mismo tiempo, sentía que la ciudad lo mantenía alejado del camino a su hogar.
Finalmente, llegó a un cruce donde las flores cantaban una melodía suave.
"¿Podrían ayudarme a volver a casa?" - preguntó Tomás con un susurro.
"Debes recordar el camino y tus promesas. La curiosidad es maravillosa, pero también lo es regresar a donde perteneces." - le respondieron.
Tomás cerró los ojos y se acordó del puente y de la ardilla. recordó las palabras del búho, y entendió que ya había aprendido mucho. Así que tomó una respiración profunda y decidió ir hacia donde la luz del sol brillaba más fuerte.
Finalmente, llegó al lugar donde el puente de caramelos brillaba. Estalló de alegría y corrió hacia él. Al cruzar, se sintió seguro y, a la vez, emocionado por lo que había aprendido.
Cuando volvió a su barrio, Tomás no era el mismo niño curioso de antes. Había conocido a criaturas maravillosas y aprendido la importancia de equilibrar su curiosidad.
Al día siguiente, ya en casa, fue a ver a sus amigos y les dijo:
"Chicos, ¡no van a creer lo que encontré! ¡Pero ahora sé que hay tiempo para explorar y tiempo para volver!" - y todos lo miraron con una sonrisa de complicidad.
Tomás siguió explorando, pero siempre, siempre, volvía a casa a tiempo, recordando que el camino de la curiosidad es infinito, pero el hogar está más allá de cualquier aventura.
FIN.