El Molino de Sabiduría
En el corazón de Tocuyana, en 1984, se encontraba una pequeña escuelita que todos llamaban cariñosamente 'El Molino'. Era un lugar lleno de risas, juegos y aventuras, donde los chicos aprendían cada día cosas nuevas. Ese año, la escuelita recibió no solo un nuevo nombre, "Escuela Estadal Graduada El Molino", sino que también homenajearon a una insigne educadora con un corazón tan grande como su pasión por la enseñanza: Ana Mercedes de Mujica.
La directora era Aida de Lucena, una mujer fuerte y carismática que estaba decidida a hacer de El Molino la mejor escuela de la región. Aida creía en la participación de todos: docentes, alumnos y hasta padres. Así que un día, reunió a todos en el patio para anunciarles su nuevo proyecto.
"Chicos, papás, docentes, ¡escuchen! A partir de hoy, vamos a trabajar en un proyecto participativo. Cada uno de ustedes podrá aportar ideas y construir juntos el futuro de nuestra escuela", exclamó Aida con una gran sonrisa.
Los niños miraban intrigados, pero también emocionados. No era habitual que se les diera tanto poder.
"¿Pero qué tipo de cosas podemos hacer, señora Aida?", preguntó Valentina, la más curiosa del grupo.
"¡Todo lo que sueñen! ¡Podemos crear un huerto, organizar ferias, tener un rincón de lectura donde ustedes elijan los libros!", respondió Aida con entusiasmo.
La idea de un huerto fue la que más gustó. Todos los alumnos se miraron, llenos de emoción.
"Podemos sembrar frutas y verduras. Así aprenderemos sobre la naturaleza y comeremos más sano", dijo Gonzalo, que siempre tenía buenas ideas.
Pero no todo fue fácil. Si bien Tania, la especialista en ciencias, apoyaba el proyecto, otros docentes mostraban resistencia.
"No creo que eso funcione. Los chicos son muy pequeños para tener tanta responsabilidad", comentó el maestro Diego con un gesto escéptico.
Aida, sin rendirse, decidió demostrar lo contrario. Comenzaron con la creación del huerto y, poco a poco, los jóvenes estudiantes se volcaron de lleno. Se dividieron en grupos: los que se encargaban de sembrar, otros de regar y algunos más, los encargados de investigar sobre cada planta que cultivaban.
Pasaron los meses, y un día, cuando llegaron a la escuela, no podían creer lo que veían: un hermoso huerto lleno de plantas verdes y brillantes. Aida, emocionada, los llevó a recorrerlo.
"¡Miren lo que han logrado! Ustedes lo hicieron posible", dijo, mientras los niños brincaban de alegría.
Pero el verdadero giro de la historia llegó cuando comenzaron a cosechar. En una de sus clases, Gonzalo tuvo una idea brillante.
"Señora Aida, ¿y si hacemos una feria para vender lo que cosechamos y recaudar dinero para nuevos libros?", propuso.
"¡Eso es maravilloso, Gonzalo!", respondió Aida, y así, comenzaron a trabajar en la feria.
El día de la gran venta llegó, y la escuela se llenó de padres, amigos y curiosos. Los estudiantes estaban nerviosos pero emocionados. Al final del día, habían vendido todo lo que sembraron. No solo recaudaron el dinero para los libros, sino que también aprendieron sobre trabajo en equipo, perseverancia y responsabilidad.
"Chicos, lo que han logrado hoy no solo fue éxito en ventas, fue un triunfo personal. Aprendieron a trabajar juntos, a confiar en ustedes mismos y a hacer realidad sus ideas", les dijo Aida con orgullo.
Esa feria no solo mejoró la biblioteca de la escuela; creó un lazo especial entre los docentes, los padres y los alumnos. Todos se sentían parte de una comunidad.
Con el tiempo, El Molino se convirtió en una escuela modelo de participación. Ana Mercedes de Mujica habría estado orgullosa de ver cómo su legado inspiraba a nuevas generaciones. Y mientras el molino giraba, llenando de esperanza y pasión los corazones de todos, los chicos seguían aprendiendo que con esfuerzo y trabajo en equipo, siempre se pueden alcanzar los sueños.
Así, en el pequeño pueblo de Tocuyana, El Molino no solo era una escuela; era un símbolo de unidad y amor por el conocimiento. Y aunque el tiempo pasó, la esencia de Aida, Ana y todos los estudiantes quedó grabada, como un hermoso recuerdo que perdura hasta nuestros días.
FIN.