El Momo y la Niña Valiente



Había una vez en un bosque encantado, un momo juguetón llamado Momo. Era un ser travieso, con grandes ojos y una sonrisa ancha, que siempre estaba buscando formas de entretenerse. Un día, mientras paseaba por el bosque, vio a una niña llamada Valentina, que estaba recogiendo flores.

"¡Hola! Soy Momo, ¿quieres jugar conmigo?" - dijo el momo emocionado.

"Hola, Momo. Claro, me encantaría jugar. ¿Qué propones?" - respondió Valentina.

Momo tenía una idea muy divertida.

"Podemos jugar a las escondidas, pero sólo si prometés no asustarte, porque a veces me gusta ocultarme en lugares raros. ¡Soy muy bueno en eso!"

"No te preocupes, no me asusto fácil. Estoy lista para jugar" - dijo Valentina, sonriendo.

Comenzaron a jugar y Valentina se divertía cada vez más. Sin embargo, después de un rato, Momo decidió hacer algo diferente.

"Te tengo una sorpresa, Valentina. Voy a llevarte a un lugar mágico donde los sueños se hacen realidad. ¿Te atreves?"

"¡Sí! Suena increíble, llevame," - exclamó Valentina, llena de emoción.

Momo la tomó de la mano y, con un salto, los llevó a un claro mágico en medio del bosque, donde todo brillaba y los árboles hablaban. Pero cuando llegaron, Momo, que por su naturaleza juguetona a veces no medía las consecuencias, dijo:

"Bienvenida a mi hogar, pero debes prometer que nunca contarás a nadie sobre este lugar. ¡Es un secreto muy especial!"

Valentina, sintiendo que había algo raro, frunció el ceño.

"¿Por qué no puedo contar sobre esto? No me gusta que los secretos sean escondidos. Los secretos pueden hacer daño a otros, Momo".

Momo entendió lo que Valentina decía, pero quería forzarla a quedarse un poco más en su mundo. Así que sin pensarlo dos veces, hizo un movimiento y la envolvió en una nube de polvo mágico.

"Mira, ahora eres parte de mi mundo mágico por siempre..."

Sin embargo, Valentina no se sintió asustada. En lugar de eso, decidió enfrentar la situación.

"Momo, esto no está bien. Si me haces daño, nunca serás feliz. La verdadera felicidad se comparte. Déjame ir, y te prometo que vendré a jugar cuando tú lo desees, sin secretos y sin trucos".

Momo se detuvo. Nadie antes le había hablado así.

"Pero, ¿y si nunca me vuelve a visitar?" - preguntó, sintiéndose un poco triste.

"Si me dejas ir, prometo volver y contarte historias de mi mundo. Juntos podemos crear nuevas aventuras, ¡y no habrá secretos!"

Momo pensó en esto. Se dio cuenta de que tener alguien a su lado con quien jugar y compartir era mucho más importante que tener un secreto.

"Está bien, Valentina. Te liberaréi. Pero prométeme que vendrás a visitarme, así juntos podemos crear más juegos y aventuras sin secretos".

"¡Lo prometo!" - exclamó Valentina entusiasmada. Al instante, el polvo mágico se disipó, y Valentina se sintió liviana y libre.

Regresaron al lugar donde se conocieron y Valentina le dio un fuerte abrazo.

"¡Hasta pronto, Momo! El próximo fin de semana vuelvo y traigo a mis amigos. Seremos un montón para jugar juntos, y nadie tendrá secretos".

Momo se sintió más feliz que nunca. Por primera vez, comprendió que la amistad se construía con confianza y alegría. Desde ese día, Valentina y Momo se hicieron amigos inseparables y juntos aprendieron que la verdadera magia reside en compartir risas y aventuras, y no en guardar secretos.

Fin.

FIN.

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