El Monigote de Carbón y el Gran Sueño



En un pequeño pueblo donde el sol brillaba intensamente, había un niño llamado Lucas que amaba dibujar. Su pasión era tan grande que sus hojas siempre estaban llenas de colores vivos y criaturas fantásticas. Un día, mientras paseaba por el parque, encontró un trozo de carbón en el suelo. Pensando que podía hacer algo especial con él, decidió llevárselo a casa.

Lucas se sentó en su mesa de dibujo y comenzó a crear un monigote. Con cada trazo, el monigote tomó vida: tenía una gran sonrisa, brazos y piernas que parecían bailar, y una gorra que le daba un toque divertido.

Cuando terminó, Lucas exclamó: - ¡Listo! Te llamaré —"Carly" , el Monigote de Carbón.

Carly, al ver su cuerpo de carbón, se sintió un poco triste. - Me gusta mi sonrisa, pero todos en el pueblo son de colores brillantes. Yo solo soy un monigote de carbón... ¿Qué me hace especial?

Lucas miró a Carly y dijo: - No te preocupes, Carly. ¡Lo que importa es lo que llevas dentro! Tienes una gran personalidad y una sonrisa contagiosa. A veces, las cosas más simples son las más hermosas.

Esa noche, después de que Lucas se fue a dormir, Carly comenzó a soñar. En su sueño, viajaba por un universo lleno de colores, donde otros monigotes de colores brillantes le enseñaban a bailar y a jugar. Pero Carly no se sentía inferior; al contrario, encontró la forma de hacer reír a todos con sus trucos y su alegría.

Cuando despertó, Carly se dio cuenta de que, aunque era un monigote de carbón, podía ser especial de otras maneras. Decidió que quería hacer algo grande para el pueblo, algo que uniera a todos.

Con la ayuda de Lucas, comenzaron a organizar un festival de arte donde todos los niños podían mostrar sus dibujos y creaciones. Carly fue el encargado de presentar el evento. Un día, mientras preparaban todo, se encontró con una niña llamada Sofía, que se sentía triste porque no sabía qué presentar.

- ¿Qué te pasa? - le preguntó Carly.

- No sé dibujar como los demás - respondió Sofía con voz baja.

- Pero tú tienes algo único. Todos tienen su manera de crear cosas hermosas. ¿Por qué no haces algo que te guste? - sugirió Carly.

- Quizás podría hacer una escultura con papel y cartón, algo diferente.

- ¡Eso es! - exclamó Carly. - ¡Vamos a hacerlo juntas!

Carly y Sofía trabajaron durante días, riendo y creando. El día del festival llegó, y el pueblo se llenó de colores, risas y un montón de maravillosas obras de arte. Todos estaban encantados, y Sofía presentó su escultura con mucha emoción.

Tras el evento, Carly se dio cuenta de que pudo ver cómo la gente brillaba incluso más que sus colores. - Mirá, Lucas – le dijo a su amigo – me siento como un verdadero artista. La felicidad y la creatividad no dependen del color, sino de lo que somos.

Lucas sonrió y contestó: - ¡Exacto, Carly! No importa si somos diferentes; al final, todos podemos contribuir con algo especial al mundo.

A partir de ese día, Carly nunca dejó de soñar ni de crear junto a Lucas y sus nuevos amigos. Descubrieron que para brillar no se necesita ser de colores; a veces, un simple monigote de carbón puede iluminar el corazón de los demás.

Y así, en el pueblo, siempre hubo risas, arte y una gran amistad que se formó a partir de un pequeño trozo de carbón.

FIN.

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