El Monito y la Piedra Parlante



En lo profundo de la selva, donde los árboles susurraban secretos y los ríos cantaban melodías, vivía un travieso monito llamado Tito. Tito era conocido por sus travesuras y, sobre todo, por sus mentiras. Un día, mientras saltaba de rama en rama, escuchó rumores de una extraordinaria piedra llamada La Piedra Parlante, que podía responder cualquier pregunta de quien siempre dijera la verdad. Intrigado, decidió que debía conocerla.

-Si yo hablo con la Piedra Parlante, seré el más sabio de la selva -pensó Tito mientras se frotaba las manos, emocionado.

Pero había un problemita: Tito era un experto en contar mentiras. A pesar de que era juguetón, le encantaban tanto las hierbas y las travesuras que no siempre decía la verdad. Sin embargo, el deseo de hablar con la Piedra era más fuerte.

Así que un día, después de un gran festín de hierbas, Tito se aventuró hacia la gran piedra. Atravesó plantas y arbustos hasta llegar a una gran roca brillante.

-Hola, Piedra Parlante! -gritó Tito con voz alocada, pero la piedra no respondió. -No me digas que no escuchás a quien te llama.

La Piedra Parlante, a la que todos los animales de la selva veneraban, permanecía en silencio. Muy cerca, un sabio león, conocido como León Sincero, observaba al pequeño monito.

-¿Monito, por qué no habla la Piedra? -preguntó León, manteniendo la calma.

-Es solo que estoy muy cansado, la verdad es que no me presta atención -contestó Tito, un poco nervioso, pero mintiendo de nuevo.

León frunció el ceño. -La Piedra solo habla con aquellos que dicen la verdad. Si no te está respondiendo, tal vez deberías considerar tu manera de hablar.

Tito se quedó pensando. -Pero yo quiero hablar con ella. ¿Qué debo hacer?

El león se acercó con un suave rugido. -Debés aprender a ser sincero. La sinceridad siempre te abrirá las puertas, mientras que la mentira las cerrará. Si realmente querés hablar con la Piedra, tenés que dejar de mentir.

Tito sintió un leve cosquilleo de miedo, pero también de desafío. ¿Podría dejar de mentir? Se propuso intentarlo. Salió a navegar la selva, repitiéndose a sí mismo que iba a ser sincero.

Esa noche, mientras miraba las estrellas desde su ramita, comenzó a reflexionar sobre todo lo que había mentido. Comprendió que sus mentiras solo lo habían metido en problemas y alejado de sus amigos.

Al día siguiente, se dirigió de nuevo hacia la Piedra Parlante. Al llegar, respiró profundamente y se paró frente a ella.

-Hola, Piedra -dijo Tito.

-¿Por qué no habías hablado antes, monito? -preguntó la Piedra con una voz suave y firme.

-Porque siempre he hecho trampa diciendo mentiras para salvarme -respondió, sorprendiendo a León que lo escuchaba de lejos.

-Toma ese primer paso y dime, ¿qué quieres saber? -inquirió la Piedra.

Tito no lo pensó dos veces. -Quiero saber cómo puedo ser un mejor amigo para los demás.

-Por fin, alguien que habla con la verdad. Para ser un buen amigo, primero debes ser sincero contigo mismo. Solo así podrás dar lo mejor de ti a los demás. -La Piedra Parlante sonrió, mientras la luz del sol brillaba en sus piedras.

Desde ese día, Tito comenzó a practicar la sinceridad. Sus amigos notaron el cambio y le dijeron que se sentían más cerca de él. Hasta el León lo observaba con aprobación, dejando escapar un tranquilo rugido de orgullo.

Así, Tito, el monito, dejó de lado sus antiguas travesuras y se volvió un defensor de la verdad. Y cada vez que quería recordar la importancia de la sinceridad, simplemente se sentaba cerca de la Piedra Parlante.

Desde entonces, la selva resonó con risas sinceras y la honestidad fluyó como agua entre los árboles. Tito aprendió que cada verdad que compartía no solo lo acercaba a los demás, sino que también lo ayudaba a crecer como un mejor monito.

Y así, Tito vivió feliz, siempre recordando que la verdad es la llave que abre cualquier puerta en la vida, especialmente la puerta de la amistad.

FIN.

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