El Mono Árabe y la Selva Nueva



Era un día soleado en la selva, donde todos los animales vivían felices y en armonía. Los pájaros cantaban, los tigres se estiraban al sol y las ranas croaban en la charca. En medio de esa alegría, de repente, un nuevo animal apareció entre los árboles. Era un mono de pelaje suave y dorado, con ojos grandes y curiosos.

- ¡Hola! -gritó a todos- ¡Soy Momo, el mono árabe!

Pero los habitantes de la selva, al escuchar su acento y sus palabras extrañas, no lograron entender lo que decía.

- ¿Qué dice? -preguntó Tito, el perezoso, mientras se estiraba en su rama.

- No sé, parece que tiene un idioma diferente -respondió Lila, la guacamaya, aleteando con curiosidad.

Momo miraba a su alrededor sintiéndose un poco triste. Había dejado su hogar en busca de un lugar donde pertenecer, pero no sabía que encontraría una selva llena de animales que no entendían su forma de hablar.

- ¡Ayuda, por favor! -exclamó Momo, gesticulando con sus manos-. Busco un nuevo hogar donde vivir.

Entonces, con gran generosidad, los habitantes de la selva decidieron ayudarlo. Formaron un gran círculo alrededor de Momo.

- Te ayudaremos a entendernos -dijo Lila-. Pero primero, ¿puedes enseñarnos algunas palabras de tu idioma?

Así, los animales comenzaron a aprender palabras nuevas. Los días pasaron y Momo, a su vez, empezó a comprender las palabras que los demás usaban.

- ¡Gracias, amigos! -gritó Momo un día, muy emocionado-. Ahora entiendo muchas cosas.

Sin embargo, la felicidad no duró mucho. Un día, un grupo de cazadores llegó a la selva. Los animales se asustaron y empezaron a correr.

- ¡A esconderse! -gritó Lila, volando hacia la copa de un árbol.

- ¡Rápido, Momo! -gritó Tito-. ¡Sigue a Lila!

Pero Momo no sabía exactamente lo que debían hacer, así que se quedó paralizado. Su corazón latía rápidamente. Era un momento crucial.

- Momo, ven aquí, ¡esconde ahí! -decidió Lila, señalando un arbusto espeso.

Momo se movió rápidamente hacia el arbusto y logró ocultarse.

Una vez que los cazadores se fueron, los animales de la selva se reunieron.

- ¡Lo hiciste bien, Momo! -dijo Tito-. Gracias a ti, todos estamos a salvo.

- Pero no sabía qué hacer -confesó Momo, con la voz temblorosa-. Solo estuve paralizado.

- Eso está bien -dijo Lila-. Lo importante es que ahora somos un equipo. Juntos, debemos hacer un plan para que nadie más nos asuste.

Momo, ahora sintiéndose parte de la familia, propuso unirse para vigilar la selva. Todos estuvieron de acuerdo. Cada día, Momo y sus amigos se turnaban para vigilar desde las copas de los árboles.

- ¡Mira! -gritó Momo un día inflando su pecho-. ¡Veo un canguro! Esta selva es maravillosa.

- Sí, y ahora tenemos un nuevo amigo -dijo Lila-. Cada uno de nosotros tiene habilidades diferentes, y todas son importantes.

Con el tiempo, los animales comenzaron a disfrutar de la compañía de Momo. Su manera de hablar y sus historias sobre su hogar en el desierto les fascinaban.

- ¡Contanos más sobre tu hogar! -dijo Tito, acomodándose para escuchar.

Momo relataba historias de hermosas dunas amarillas y de grandes oasis llenos de palmeras. Cada relato era divertido y emocionante.

Finalmente, después de varias semanas, el día llegó en que Momo ya no se sentía un extraño.

- Estoy tan agradecido por tenerlos como amigos -dijo Momo-. Nunca pensé que podría encontrar un lugar así.

Y así, Momo el mono árabe, aprendió que a pesar de las diferencias, cuando hay buena voluntad y amistad, siempre es posible encontrar un nuevo hogar.

Desde ese día, la selva nunca fue la misma. Los animales estaban más unidos que nunca y siempre recordaban la valiosa lección que les había enseñado Momo: la diversidad es una fortaleza, y cada uno es especial a su manera.

FIN.

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