El Mono Espejo



Había una vez un mono llamado Momo que vivía en la selva. Momo era un pequeño primate lleno de energía y curiosidad, pero había algo que le preocupaba. Desde que despertaba hasta que anochecía, Momo no sabía quién era realmente.

Cada mañana, iba a un claro donde había un gran charco de agua que reflejaba su imagen. Una vez allí, se acercaba al charco y observaba su reflejo.

"¿Quién soy yo?" - se preguntaba Momo con un suspiro. "Veo un mono, pero... ¿soy solo un mono?"

"¿Acaso no podría ser un pájaro, o un tigre?" - continuaba pensando, mirando su pelaje y observando sus manos.

Momo empezó a sentirse confundido. Vio que tenía manos que se podían balancear, una cola que le ayudaba a saltar y un rostro sonriente.

Un día, mientras hacía sus reflexiones, su amiga la tortuga llamada Tita se acercó.

"Hola, Momo, ¿por qué estás tan pensativo?"

"Hola, Tita... estoy tratando de entender quién soy. Me miro y veo un mono, pero no sé si me gusta serlo. A veces quisiera ser algo diferente, como un pájaro que vuela alto en el cielo."

Tita soltó una risita.

"Pero Momo, ser mono tiene cosas maravillosas. ¿No te gusta trepar los árboles o hacer payasadas que hacen reír a todos?"

"Sí, eso es verdad..." - respondió Momo, rascándose la cabeza.

"Además, ¿has probado alguna vez a columpiarte con tu cola? ¡Es súper divertido!"

"No lo sé, tal vez no lo puedo hacer tan bien como un pájaro..."

Intrigado por lo que había escuchado, Momo decidió que debía probar. Se columpió de rama en rama, y con cada salto, sentía cómo la alegría comenzaba a regresar a su pequeño corazón.

"¡Mirá, Tita! ¡Puedo volar!" - gritó Momo, mientras se balanceaba ágilmente.

"Eso es, Momo. ¡Cada uno tiene sus habilidades y cualidades únicas!"

"¡Es cierto!" - exclamó Momo con entusiasmo.

Después de un día lleno de aventuras, Momo regresó al charco y se miró de nuevo. Esta vez, no había confusión en sus ojos.

"Soy un mono, y eso es genial. Puedo saltar alto y hacer que los demás rían con mis travesuras. ¡No necesito ser un pájaro!"

Justo en ese momento, un grupo de pájaros pasó volando y Momo los observó con admiración.

"¡Hola, pájaros!" - les gritó. "Me encanta verlos volar. Pero estoy feliz siendo un mono. Cada uno tiene su lugar en la selva."

"Así es, Momo!" - cantó uno de los pájaros. "¡Disfrutá ser quien sos!"

Desde aquel día, Momo ya no se sintió perdido. Empezó a valorar lo que tenía y a disfrutar de sus aventuras en la selva. Con cada salto, cada risa, y cada travesura, descubría lo maravilloso que era ser un mono.

Y así, Momo vivió feliz, recordando siempre que todos tenemos algo especial, y la clave para ser feliz es aceptarnos por quienes somos, disfrutando de lo que nos hace únicos.

FIN.

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