El Mono Pancho y el Caballo Tucho



Había una vez, en una selva cercana a un prado, un mono llamado Pancho que vivía feliz entre los árboles. Pero un día, su mejor amigo, el loro Ciri, se mudó a otra selva. Pancho, triste y solitario, no sabía qué hacer. Decidió bajar al prado, donde escuchó risas y relinchos. Le llamó la atención y se acercó.

Allí conoció a un caballo llamado Tucho. Tucho era un caballo blanco y brillante, pero estaba atado a un árbol, y parecía que se aburría un montón.

"¡Hola, caballo!" - dijo Pancho, acercándose. "¿Por qué estás atado?"

"¡Soy Tucho!" - respondió el caballo. "Mi dueño se olvidó de soltarme. ¡Estoy tan aburrido!"

Pancho, con su ingenio, decidió ayudar a Tucho.

"¡No te preocupes, amigo! ¡Voy a liberarte!" - comentó el mono, emocionado.

Con un poco de habilidad y muchas risas, Pancho logró soltar la cuerda que ataba a Tucho. Al principio, Tucho se estremeció y casi cae por el susto, pero luego dio un relincho de felicidad.

"¡Soy libre! ¡Soy libre!" - gritó Tucho mientras trotaba de un lado a otro.

Pancho se reía al ver al caballo correr, pero de repente, Tucho resbaló y, ¡pum! cayó de culo en un charco de barro.

"¡Ay, Tucho! Te veo un poco... ¡barroso!" - se burló Pancho, rodando de risa.

Tucho, con su pelaje cubierto de barro, se levantó con gracia y dijo:

"¡No te rías, Pancho! Esto es solo un nuevo estilo. ¡Soy el Caballo Barroso!"

Juntos empezaron a hacer travesuras por todo el prado. Pancho se columpiaba de las ramas y le lanzaba flores a Tucho, mientras que Tucho se pasaba corriendo y saltando charcos de barro, salpicando hojas y flores por todos lados.

"¡Mirá, Pancho! ¡También puedo hacer esto!" - dijo Tucho, mientras saltaba sobre un tronco, aterrizando en otro charco.

"¡Eres un experto en hacer desastres!" - contestó Pancho, riendo aún más.

Los días pasaron y Pancho y Tucho se volvieron los mejores amigos. Cada día hacía sol, pero un día, inesperadamente, comenzó a llover. La selva se volvió un lugar revuelto, lleno de charcos y más barro. Pancho se preocupó porque no podía jugar con su amigo.

"Oh, no, Tucho. No podremos jugar hoy..." - dijo el mono, desilusionado.

Pero Tucho sonrió y dijo:

"Claro que sí, Pancho. ¡Vamos a hacer el juego más divertido!" - Y así, los dos amigos comenzaron a saltar de charco en charco. Pronto, el prado se llenó de risas y chapoteos.

"¡Mirá cuánta agua! ¡Parece que estamos en un parque de aventuras!" - gritó Pancho entusiasmado.

Fue un día inolvidable. Al final de la tarde, Pancho y Tucho estaban tan embarrados que parecían monstruos de barro, pero no podían parar de reír y jugar juntos.

"Eres el mejor amigo que podría tener, Tucho!" - exclamó Pancho, con una gran sonrisa.

"Y tú eres el mejor mono de la selva, Pancho!" - respondió Tucho.

Así, en medio del barro, la tristeza se convirtió en felicidad. Y desde ese día, Pancho y Tucho aprendieron que, aunque a veces las cosas no salgan como uno espera, siempre hay una forma de convertir los momentos difíciles en risas y diversión.

Y así, el mono y el caballo vivieron muchas más aventuras unidos.

FIN.

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