El mono que hablaba en señas
Juan y Pedro eran dos amigos inseparables que amaban los animales. Un día, decidieron ir al zoológico para ver a sus animales favoritos. Juan era fanático de los elefantes, mientras que Pedro adoraba a los monos.
Cuando llegaron al zoológico, corrieron directo hacia la sección de elefantes. Allí estaban ellos: enormes y majestuosos, comiendo tranquilamente su comida. Juan estaba tan emocionado que no podía dejar de saltar y gritar.
"¡Mira Pedro! ¡Son increíbles!" dijo Juan señalando a los elefantes con entusiasmo. Pedro sonrió y asintió con la cabeza mientras observaba cómo un grupo de monos jugueteaban en una jaula cercana. "Sí, son impresionantes", dijo Pedro. "Pero mira esos monos allá.
"Los dos amigos caminaron hasta la jaula de los monos y comenzaron a observarlos detenidamente. Los pequeños primates saltaban de rama en rama, haciendo payasadas para entretenerse. "Son muy divertidos", exclamó Juan riendo por las travesuras que hacían los monos.
De repente, algo sorprendente sucedió: uno de los monos se acercó a la cerca y comenzó a hacerle gestos extraños a Pedro. "¿Qué está haciendo ese mono?" preguntó Juan confundido.
Pedro se acercó más a la cerca y notó que el mono estaba intentando comunicarse con él mediante lenguaje de señas. Sorprendido pero emocionado por esta experiencia única, Pedro comenzó a conversar con el mono. "Hola amiguito, ¿cómo estás?" preguntó Pedro haciendo señas con las manos.
El mono respondió de inmediato y comenzaron a tener una conversación animada. Juan estaba asombrado al ver cómo su amigo hablaba con el mono como si fueran viejos amigos.
"¡Eso es increíble! ¡No sabía que los monos podían comunicarse así!" exclamó Juan emocionado. Pedro sonrió y le explicó que algunos monos pueden aprender lenguaje de señas para comunicarse con los humanos.
Los dos amigos se quedaron allí por un tiempo más, charlando con el mono y observando a otros animales del zoológico. Cuando llegó la hora de irse, Juan y Pedro se despidieron del mono y prometieron volver a visitarlo pronto.
En el camino de regreso a casa, hablaron sobre todas las cosas interesantes que aprendieron en su viaje al zoológico. "Me encantaría poder hablar con todos los animales del mundo", dijo Juan soñadoramente. Pedro sonrió y le recordó que aunque no puedan hablar exactamente como lo hacen los humanos, cada animal tiene su propia forma única de comunicarse.
Y eso es lo que hace que sean especiales e interesantes para aprender sobre ellos. Los dos amigos llegaron a casa felices y llenos de nuevas experiencias e historias para contar.
Desde ese día en adelante, siempre apreciarían aún más la belleza y diversidad del mundo animal.
FIN.