El Mono y el Loro en Leóncio Prado
En la provincia de Leóncio Prado, rodeada de árboles altísimos y ríos cantarines, vivía un mono llamado Milo. Era juguetón y curioso, siempre saltando de rama en rama, explorando cada rincón de su hogar. Un día, mientras Milo buscaba frutas para su desayuno, escuchó una voz melodiosa que venía de un arbusto cercano.
"¡Hola! ¡Hola!" - dijo el loro Lalo, que se encontraba escondido entre las hojas.
Milo se asomó y se sorprendió al ver al loro de plumas brillantes.
"¿Quién sos?" - preguntó Milo, con una sonrisa.
"Soy Lalo, el loro. Estoy aquí para cantar y alegrar a todos los que pasan. ¿Y vos?"
"Soy Milo, el mono aventurero. Me encanta explorar. ¿Querés venir conmigo?" - propuso Milo.
Lalo se entusiasma y decide acompañar a Milo en su aventura por el bosque. Mientras viajaban, llegaron a un río que corría rápido.
"¿Cómo cruzamos?" - preguntó Lalo, un poco asustado.
"No te preocupes, yo te puedo ayudar" - dijo Milo. Con habilidad, encontró unas piedras grandes y saltó de una a otra, mostrándole a Lalo el camino. Lalo lo siguió volando de piedra en piedra.
Cuando llegaron a la otra orilla, Lalo estaba emocionado.
"¡Qué buena aventura! Nunca había cruzado un río volando" - exclamó Lalo.
Pasaron el día explorando el bosque, disfrutando de la belleza de la naturaleza y recolectando frutas. Pero al caer la tarde, escucharon un ruidito extraño.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Lalo, mirando nerviosamente.
"No sé, pero hay que averiguarlo" - dijo Milo con valentía. Se acercaron despacito y descubrieron a un pequeño zorro atrapado en unas ramas. Estaba asustado y no podía salir.
"¡Pobrecito!" - dijo Lalo. "¡Debemos ayudarlo!"
"¿Pero cómo? No puedo hacer nada yo solo" - se preocupó Milo.
"¡Podemos hacerlo juntos!" - sugirió Lalo, con determinación.
Milo se trepó a una rama y comenzó a moverla, mientras Lalo lo guiaba desde arriba.
"¡Un poco más a la derecha!" - gritó Lalo.
"¡Lo tengo, lo tengo!" - dijo Milo, esforzándose. Después de varios intentos, lograron liberar al zorro.
"¡Gracias, amigos!" - dijo el zorro, lleno de alegría. "Nunca pensé que me rescatarían. ¿Cómo puedo recompensarlos?"
"No necesitamos recompensa, solo nos alegra haberte ayudado" - contestó Milo.
Pero el zorro insistió.
"Si alguna vez necesitan un amigo, estaré aquí para ayudar" - ofreció.
Lalo y Milo continuaron su aventura, contentos por haber hecho una buena acción. Esa noche, mientras se sentaban bajo un árbol a observar las estrellas, Lalo dijo:
"¿No es increíble lo que podemos hacer juntos?"
"Sí, ¡somos un gran equipo!" - respondió Milo.
A partir de ese día, los tres se volvieron amigos inseparables y juntos exploraron cada rincón de Leóncio Prado, aprendiendo sobre la importancia de la amistad y la colaboración. Contaban historias y hacían nuevas travesuras, siempre listos para ayudar a quien lo necesitara.
Y así, bajo la luz de la luna, los tres amigos prometieron seguir compartiendo aventuras por siempre, demostrando que al unir fuerzas, se pueden superar todos los obstáculos.
Fin.
FIN.