El Mono y la Pelota



Era un hermoso día soleado en el parque, donde un grupo de niños jugaba a la pelota. Con risas y gritos de alegría, los pequeños se lanzaban la pelota de un lado a otro, cuando de repente, un nuevo visitante hizo su aparición.

- ¡Mirá! - gritó Lucía, señalando hacia un arbusto.

Los niños miraron y vieron a un mono, pequeño y animal, que los observaba con curiosidad.

- ¡Qué lindo! - exclamó Tomás. - ¡Vamos a jugar con él!

Los niños se acercaron despacio al mono, que se trepó a un árbol cercano.

- ¡No te asustes! - dijo Ana, intentando tranquilizarlo. - Vení, vení.

El mono los miró con ojos brillantes y, para sorpresa de todos, saltó hacia ellos, aterrizando justo al lado de la pelota.

- ¡Genial! - exclamó Martín mientras se agachaba para acariciarlo. - ¿Cómo te llamás?

El mono, meneando su cola, parecía feliz de estar allí.

- Creo que se llama —"Salteador"  - sugirió Sofía riendo.

- ¡Salteador! ¡Me encanta! - respondió Agustín y lanzó la pelota al aire, luego se la pasó al mono sin pensarlo.

Salteador, confundido pero divertido, tomó la pelota con ambas manos y la empezó a hacer rodar. Los niños no podían contener las risas.

- ¡Mirá cómo juega! - gritó Lucía, mientras aplaudía emocionada.

Pronto, el mono se convirtió en parte del juego, y juntos pasaron la tarde entretenidos. Pero en un momento, la pelota se fue rodando hacia un pequeño lago que estaba al otro lado del parque.

- ¡No! - gritaron los niños al mismo tiempo, al ver cómo la pelota caía lentamente hacia el agua.

- ¿Qué hacemos? - preguntó Martín, angustiado.

Salteador, curioso como buen mono, no dudó en correr hacia la orilla, se asomó y saltó lejos, nadando rápidamente hacia la pelota.

- ¡Vamos, Salteador! - alentó Ana desde la orilla.

¡Y allí fue! Salteador alcanzó la pelota, la tomó con su boca y volvió nadando como un campeón. Cuando llegó a la orilla, los niños lo rodearon, vitoreando.

- ¡Sos un héroe! - le dijo Tomás mientras le daba una palmadita en la cabeza.

- ¡Salteador, te queremos! - gritaron todos a coro.

Sin embargo, al poco tiempo, los niños se dieron cuenta de que el mono parecía más tranquilo, como si estuviera mirando algo más.

- ¿Qué pasa, Salteador? - preguntó Sofía. - ¿Qué mirás?

Salteador, con sus brillantes ojos, señalaba con su dedo hacia un grupo de niños que estaban tratando de volar una cometa, pero la brisa se la llevaba.

- ¡Creo que quiere ayudarlos! - exclamó Agustín.

Decididos a ayudar, los niños siguieron a Salteador. Al acercarse, los pequeños que volaban la cometa parecían frustrados y tristes.

- ¿Pueden ayudarnos? - dijo uno de ellos, con la mirada perdida en el cielo.

- ¡Seguro! - respondió Martín, y sin dudarlo, Lucía llamó a Salteador.

El mono, al ver la situación, empezó a saltar con entusiasmo. De repente, subió a la parte más alta de una estructura cercana y ¡pum! - con una pirueta espectacular, fue directo hacia la cuerda de la cometa, dándole justo la ayuda que necesitaban.

La cometa comenzó a elevarse en el aire.

- ¡Lo logró! - gritó Sofía, mientras todos aplaudían al mono y a sus nuevos amigos.

Al final del día, todos los niños, incluidos los que habían perdido la cometa y Salteador, se reunieron alrededor para compartir historias y jugar juntos.

- Nunca pensé que un mono pudiera ser tan divertido - comentó Agustín mientras reía.

Salteador, contento en compañía de sus nuevos amigos, los miró con ternura.

Desde ese día, cada vez que iban al parque, los niños sabían que no solo irían a jugar a la pelota, sino que también había un mono especial esperando por ellos. Salteador se había convertido en una parte importante de su grupo, recordándoles que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.

Y así, el parque se transformó en el lugar donde los niños aprendieron a ayudar a otros, a ser solidarios y a divertirse juntos, siempre listos para descubrir una nueva aventura con su amigo Salteador.

FIN.

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