El Monstrito Amistoso
Había una vez, en un bosque lleno de árboles altos y flores de colores, un pequeño monstrito llamado Max. Max era un monstruo de pelaje suave y ojos grandes y brillantes. Sin embargo, a pesar de su apariencia amistosa, todos los habitantes del bosque le temían porque tenía cuernos en la cabeza y una cola larga que movía de un lado a otro.
Un día, Max decidió que ya era hora de hacer amigos. Se acercó a un grupo de conejitos que estaban jugando a la pelota.
"Hola, soy Max. ¿Puedo jugar con ustedes?" - dijo el monstrito sonriendo.
Los conejitos, asustados, saltaron hacia atrás y uno de ellos gritó:
"¡Es un monstruo! ¡Corre!"
Max se sintió muy triste al ver cómo se alejaban. Pensó que tal vez podía intentar con otros animales. Así que se acercó a una bandada de aves que cantaban en lo alto de un árbol.
"¡Hola! Soy Max, el monstrito amistoso. ¿Quieren ser mis amigos?" - preguntó con entusiasmo.
Pero las aves volaron asustadas, gritando:
"¡Un monstruo! ¡Debemos volar lejos de aquí!"
Con cada intento de hacerse amigo, Max se sentía más y más solo. Se sentó debajo de un gran roble y empezó a llorar.
Justo en ese momento, una pequeña tortuga llamada Tili pasaba cerca. Al escuchar a Max, se detuvo y lo miró con curiosidad.
"¿Por qué lloras, amiguito?" - le preguntó Tili, acercándose lentamente.
"Quiero hacer amigos, pero todos me temen solo por cómo luzco. No quiero asustarlos, solo quiero jugar y ser feliz" - respondió Max, secándose las lágrimas.
Tili sonrió con ternura y le dijo:
"No todos piensan como los demás. A veces, la gente necesita ver el corazón de otros, no solo su apariencia. ¿Por qué no hacemos algo especial para mostrarles que eres amigable?"
Max se sintió un poco mejor. Juntos, idearon un plan. Comenzaron a recoger flores de colores y a hacer unos bonitos carteles que decían: "Max es un monstruo amistoso".
"¡Vamos a ponerlos por todo el bosque!" - sugirió Max, emocionado.
Y así lo hicieron. Cada vez que veían a un animal, les mostraban el cartel y les ofrecían una flor. Poco a poco, los animales comenzaron a acercarse. Al principio, miraban con desconfianza. Pero cuando veían la gran sonrisa de Max y cómo compartía las flores, se fueron sintiendo más cómodos.
Un día, mientras todos estaban reunidos, Max se armó de valor y dijo:
"Me gustaría invitarlos a una fiesta. Podemos jugar, hablar y divertirnos juntos. ¿Quieren venir?"
Los animales, aún algo cautelosos, asintieron con alegría. La tortuga Tili fue la primero en gritar:
"¡Yo voy!"
El día de la fiesta, todos los animales llegaron, todavía un poco nerviosos. Pero Max había preparado todo con mucho amor: juegos, música y un montón de deliciosos bocadillos. Al principio, los animales tenían miedo de acercarse, pero al ver lo feliz que se veía Max, empezaron a relajarse.
"¡Vamos a jugar al escondite!" - propuso un ciervo.
Max, encantado, se unió. Rió y corrió junto a ellos, demostrando que era solo un amigable monstrito que quería compartir momentos felices. Al final de la fiesta, todos los animales se despidieron de Max con abrazos.
Uno de los conejitos que antes había corrido dijo:
"Lo sentimos, Max. Te juzgamos solo por cómo lucías. Ahora sabemos que eres un gran amigo."
Max sonrió, su corazón se llenó de alegría. Y así, el pequeño monstrito descubrió que, a veces, el verdadero valor de una amistad está en mostrar quién eres de verdad y en ser paciente. A partir de entonces, Max nunca más se sintió solo, porque había aprendido a mirar más allá de las apariencias y había encontrado un lugar en el bosque lleno de amigos.
Y así, el bosque se llenó de risas y juegos, mientras Max y sus nuevos amigos compartían aventuras todos los días.
FIN.