El monstruito y su amigo bondadoso
Había una vez, en un lejano y colorido bosque, un pequeño monstruito llamado Matías. Matías era diferente a los demás monstruitos: tenía colmillos extra largos, ojos saltones y garras afiladas.
Aunque su aspecto asustaba a los demás, lo cierto es que Matías tenía un corazón tan grande como el sol. Desde que era muy chiquito, Matías soñaba con hacer amigos y ser aceptado por los demás monstruitos del bosque.
Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse a ellos, todos se alejaban corriendo asustados por su apariencia. Un día, mientras caminaba triste por el bosque, Matías escuchó unos llantos desesperados.
Siguiendo el sonido llegó hasta una cueva donde encontró a un conejito atrapado entre las ramas de un árbol caído. Sin pensarlo dos veces, Matías utilizó sus garras para cortar las ramas y liberar al conejito. El pequeño animalito estaba asustado pero cuando vio al amable monstruito frente a él, sintió una gran calma.
"¡Muchas gracias por salvarme!", dijo el conejito emocionado. Matías sonrió tímidamente y respondió: "No tienes por qué dar las gracias. Solo quería ayudarte". A partir de ese momento, el conejito llamado Benjamín se convirtió en el mejor amigo de Matías.
Juntos pasaban horas jugando en el bosque y compartiendo aventuras increíbles. Un día soleado mientras exploraban una parte desconocida del bosque, se toparon con una pequeña aldea de monstruitos.
Matías se sintió emocionado y nervioso a la vez, pero decidió darle una oportunidad. Cuando los demás monstruitos vieron a Matías, comenzaron a murmurar y alejarse poco a poco. Pero Benjamín no permitiría que su amigo fuera rechazado nuevamente. "¡Esperen!", gritó Benjamín.
"Este es mi mejor amigo, Matías, y es el monstruito más bondadoso que he conocido". Los demás monstruitos se quedaron en silencio por un momento, hasta que uno de ellos llamado Lucas dio un paso adelante y dijo: "Tienes razón, Benjamín.
Nos equivocamos al juzgar a Matías solo por su apariencia". Poco a poco, los demás monstruitos se acercaron a Matías y le pidieron disculpas por haberlo tratado mal en el pasado.
A partir de ese día, todos ellos se convirtieron en grandes amigos y aprendieron que las apariencias pueden engañar. Matías finalmente había encontrado su lugar en el mundo gracias a la amistad sincera y valiente de Benjamín.
Juntos demostraron que la verdadera belleza está en el interior de cada ser vivo. Y así vivieron felices para siempre, enseñándole al mundo la importancia de valorar a las personas por lo que son realmente: seres llenos de amor y generosidad sin importar cómo luzcan por fuera.
FIN.