El monstruo adolescente perdido


En una ciudad bulliciosa y llena de vida, un grupo de niños curiosos y aventureros se encontraba disfrutando de un hermoso día en el parque.

Corrían, jugaban y reían sin parar, hasta que de repente escucharon un ruido extraño proveniente del bosque cercano. -¡¿Qué fue eso? ! -exclamó Martina, la más valiente del grupo. Los niños se acercaron con cautela al bosque y descubrieron a un monstruo adolescente con cara de pocos amigos.

El monstruo los miraba fijamente con sus grandes ojos amarillos y comenzó a perseguirlos por todo el parque. -¡Corran, corran! ¡Nos quiere atrapar! -gritó Mateo, el más rápido del grupo. Los niños corrían desesperados, pero el monstruo adolescente parecía no rendirse.

Saltaba entre los árboles con agilidad y les cortaba el paso en cada intento de escape. Parecía imposible librarse de él. -¡No podemos dejar que nos atrape! ¡Debemos pensar en algo rápido! -dijo Clara, la más astuta del grupo.

Fue entonces cuando a Tomás se le ocurrió una brillante idea. Recordó que cerca del parque había una cueva secreta donde solían esconderse durante sus juegos.

Sin dudarlo, guió al grupo hacia la cueva mientras el monstruo adolescente los seguía de cerca. Al llegar a la cueva, los niños entraron rápidamente y bloquearon la entrada con unas rocas que encontraron allí.

Estaban a salvo por ahora, pero sabían que debían encontrar una forma de deshacerse del monstruo para poder regresar a casa sanos y salvos. -Miren chicos, creo que este monstruo no es tan malo como parece ser... ¿Y si intentamos hablar con él? Tal vez solo está asustado o necesita ayuda -sugirió Martina con valentía.

Los niños reflexionaron sobre las palabras de Martina y decidieron darle una oportunidad al monstruo adolescente. Con mucho cuidado abrieron la entrada de la cueva y salieron lentamente hacia donde estaba el monstruo.

El monstruo los miró sorprendido al ver que no huían ni lo atacaban. Los niños se acercaron lentamente y pudieron ver en sus ojos una mezcla de tristeza y soledad. -¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? -preguntó Clara con amabilidad.

El monstruo asintió tímidamente y les contó que se había perdido en el bosque hace días y no sabía cómo volver a su hogar. Los niños comprendieron su situación e inmediatamente se ofrecieron a ayudarlo a encontrar su camino de vuelta.

Juntos recorrieron el bosque guiados por las habilidades orientadoras de Mateo hasta llegar a las afueras de la ciudad donde finalmente el monstruo adolescente pudo reunirse con su familia.

Agradecidos por la ayuda recibida, los padres del monstruo invitaron a los niños a su hogar para compartir una merienda juntos como muestra de gratitud. Desde ese día, el vínculo entre los niños y el mounstro adolescente se fortaleció convirtiéndose en una amistad inolvidable basada en la empatía, solidaridad y comprensión mutua.

Y así aprendieron que muchas veces aquello que tememos puede ser solo fruto del desconocimiento; dando paso a nuevas experiencias llenas enseñanzas valiosas para toda la vida.

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