El monstruo amable


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Lola. Ella era muy buena y siempre trataba de ayudar a los demás.

Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, se encontró con un monstruo mágico. El monstruo se veía grande y animal, pero en lugar de asustarse, Lola decidió acercarse a él con curiosidad. El monstruo parecía triste y solitario. —"Hola" , dijo Lola tímidamente.

El monstruo levantó la cabeza sorprendido y respondió: —"Hola" . Lola notó que el monstruo tenía lágrimas en sus ojos. "¿Por qué estás llorando?" preguntó la niña preocupada. El monstruo suspiró y explicó: "Soy un monstruo mágico que vive solo en este bosque.

La gente me teme porque no me conocen. Siempre he deseado tener amigos, pero nadie quiere acercarse a mí". Lola sintió compasión por el monstruo y decidió ayudarlo. "No te preocupes", le dijo sonriendo. "Yo seré tu amiga".

A partir de ese día, Lola visitaba al monstruo todos los días después de la escuela. Juntos exploraban el bosque, jugaban juegos divertidos e incluso compartían meriendas.

Con el tiempo, más niños del pueblo comenzaron a ver lo feliz que era Lola cuando estaba con el monstruo mágico. Se dieron cuenta de que tal vez no era tan malo como pensaban. Un día llegó al pueblo una feria itinerante llena de atracciones emocionantes.

Los niños estaban entusiasmados por ir, pero el monstruo no podía ir porque era demasiado grande para pasar por la entrada. Lola no quería que su amigo se sintiera excluido, así que tuvo una idea.

Habló con los organizadores de la feria y les pidió que hicieran una excepción y permitieran al monstruo entrar. Los organizadores aceptaron y cuando el monstruo llegó a la feria, todos los niños quedaron impresionados por su tamaño.

Sin embargo, Lola estaba allí para recordarles que él también tenía un corazón amable. Juntos disfrutaron de todas las atracciones de la feria: montañas rusas, carruseles y juegos de habilidad. El monstruo se divirtió tanto como los demás niños y finalmente pudo sentirse parte del grupo.

A partir de ese día, el pueblo aprendió a aceptar al monstruo mágico tal como era. Los niños dejaron atrás sus miedos y prejuicios, dándose cuenta de que las apariencias engañan.

El monstruo encontró amigos verdaderos en Lola y en los demás niños del pueblo. Todos aprendieron a valorar la importancia de la amistad sin importar cómo sean las personas o criaturas que conocemos.

Y así, gracias a la bondad de Lola, el monstruo mágico encontró un hogar cálido en el corazón del pueblo donde siempre sería bienvenido.

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