El monstruo amable de la casa del árbol



Había una vez un monstruo llamado Hipólito, que vivía en una cueva oscura y solitaria. Un día, mientras paseaba por el bosque, vio una hermosa casa del árbol.

Hipólito nunca había visto algo así antes y sintió mucha curiosidad. Se acercó a la casa del árbol y se asomó por la ventana. Vio a unos niños jugando con una pelota en el jardín de la casa.

Hipólito se sintió triste al verlos jugar tan felices, porque él siempre estaba solo. Decidió construir su propia casa del árbol para tener un lugar donde vivir y tal vez hacer amigos algún día. Comenzó a buscar ramas y hojas para construirla.

Mientras trabajaba en su proyecto, encontró una pelota abandonada cerca de la orilla del mar. La agarró con sus garras afiladas y decidió llevársela a su nueva casa del árbol.

Finalmente terminó su hermosa casita en lo alto de los árboles, justo al lado de la otra casa del árbol que había visto antes. Estaba muy orgulloso de su trabajo.

Un día mientras jugaba con su pelota cerca de la costa, noto que había un grupo de animales marinos atrapados entre las rocas debido a una tormenta reciente. Hipólito sabía nadar muy bien gracias a sus poderosas patas traseras, así que decidió ayudarlos. "Hola amigos ¿Necesitan ayuda?", preguntó Hipólito amablemente. "¡Sí! ¡Por favor ayúdanos!" Respondieron los animales marinos al unísono.

Hipólito usó sus patas traseras para levantar las rocas y liberar a los animales marinos.

Después de ayudarlos, se sintió muy feliz y orgulloso de sí mismo por haber sido capaz de hacer algo tan bueno por otros seres vivos. Desde ese día en adelante, Hipólito visitaba regularmente la playa para jugar con su pelota y ayudar a cualquier animal que necesitara ayuda.

Los niños que vivían en la otra casa del árbol comenzaron a notar al amable monstruo que siempre estaba allí cuando alguien lo necesitaba. Se acercaron a él con curiosidad y pronto descubrieron que era un buen amigo.

De esta manera, Hipólito aprendió una importante lección: no importa lo diferente o solitario que uno pueda sentirse, siempre hay algo bueno que hacer por los demás. Y si eso significa construir una casa del árbol, salvar animales marinos o simplemente jugar con una pelota, nunca es demasiado tarde para hacer amigos verdaderos.

FIN.

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