El monstruo amarillo



Había una vez una chica llamada Micaela Martínez, que vivía junto a su madre, Victoria Rossel. Micaela era una adolescente muy curiosa y soñadora, siempre buscando aventuras en cada rincón de su hogar.

Un día, mientras ordenaba su armario, encontró un viejo saco amarillo que solía ser su favorito cuando era niña. Sin pensarlo dos veces, lo sacudió para deshacerse del polvo y se lo puso con alegría.

Pero algo extraño ocurrió: de repente, sintió un movimiento en el bolsillo del saco. Intrigada por esa sensación inusual, Micaela metió la mano en el bolsillo y descubrió un pequeño monstruo animal con muchas patas.

Al principio se asustó un poco, pero luego se dio cuenta de que aquel ser no parecía malvado ni peligroso. El monstruo miró a Micaela con sus grandes ojos brillantes y comenzó a hablar:"- ¡Hola! Mi nombre es Peludín y soy el guardián de tus sueños". Micaela quedó sorprendida al escuchar eso.

Nunca había imaginado que existiera algo así como un guardián de los sueños. Peludín le explicó que él estaba allí para ayudarla a hacer realidad todas las cosas maravillosas que ella soñaba.

Desde ese momento, Micaela y Peludín se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos emprendieron aventuras increíbles por toda la ciudad: volaron sobre nubes rosadas, nadaron con delfines en el océano e incluso visitaron planetas lejanos. Pero no todo era diversión y juegos.

Micaela también aprendió muchas lecciones importantes a través de las enseñanzas de Peludín. Él le recordaba constantemente la importancia de ser valiente, perseverante y amable con los demás.

Un día, mientras exploraban un antiguo bosque encantado, Micaela se encontró con una niña triste sentada debajo de un árbol. Se acercó a ella y preguntó qué le sucedía. La niña explicó que había perdido su juguete favorito y se sentía muy triste sin él.

Micaela recordó el poder mágico que tenía el saco amarillo y decidió ayudarla. Junto a Peludín, buscaron por todas partes hasta encontrar el juguete perdido en lo más profundo del bosque. Al entregarle el juguete a la niña, sus ojos se iluminaron de alegría y gratitud.

Desde ese día, Micaela supo que tenía un don especial para hacer felices a los demás utilizando su imaginación y creatividad. Con el tiempo, Micaela descubrió que las aventuras más grandes estaban dentro de sí misma.

Aprendió a confiar en sus propias habilidades y nunca dejar de soñar en grande. Y así fue como Micaela Martínez, junto a su inseparable amigo Peludín, vivieron muchas historias emocionantes mientras seguían explorando el mundo con valentía y bondad en sus corazones.

Fin.

FIN.

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