El monstruo amigable



Había una vez, en lo más profundo de la selva, un monstruo llamado Lucas. Lucas vivía en una hermosa laguna rodeada de árboles frondosos y coloridas flores.

A pesar de su apariencia asustadora, era un monstruo amable y tierno que deseaba tener amigos con quienes compartir su alegría. Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse a los animales del bosque, estos salían corriendo asustados.

Los monos se trepaban rápidamente a los árboles, las aves volaban lejos y hasta los peces nadaban velozmente para escapar. Esto entristecía mucho a Lucas. Una tarde soleada, mientras Lucas caminaba por el borde de la laguna con lágrimas en sus ojos verdes como esmeraldas, escuchó unos ruiditos provenientes entre los arbustos.

Se acercó sigilosamente y descubrió a un pequeño conejito blanco que había quedado atrapado en una red. Lucas se agachó junto al conejito y con su gran garra rompió la red liberándolo.

El conejito saltó de alegría y se presentó diciendo: "-¡Hola! Soy Benito el Conejo". Lucas sonrió tímidamente y respondió: "-Mucho gusto Benito, soy Lucas". Ambos comenzaron a charlar animadamente sobre sus vidas y gustos compartidos. Desde ese día, Lucas y Benito se hicieron inseparables amigos.

Juntos exploraban la selva, jugaban carreras por el bosque e incluso construyeron una casa en un árbol donde pasaban horas contándose chistes y compartiendo secretos.

Un día, mientras jugaban a las escondidas, Lucas escuchó unos sollozos provenientes de un arbusto cercano. Se acercaron cautelosamente y encontraron a un pequeño mapache llamado Ramón atrapado en una trampa para osos. Lucas y Benito trabajaron en equipo para liberar al pobre mapache.

Con su fuerza sobrenatural, Lucas levantó la pesada trampa mientras Benito desataba a Ramón. El mapache les agradeció emocionado: "-¡Muchas gracias amigos! Mi nombre es Ramón". A partir de ese momento, los tres amigos se volvieron inseparables.

Juntos recorrieron la selva ayudando a otros animales que necesitaban su apoyo. Desde enseñarle a volar a un pájaro con alas lastimadas hasta rescatar peces atrapados en redes abandonadas por humanos descuidados. La noticia sobre el monstruo amable y sus amigos corrió rápidamente por toda la selva.

Los animales comprendieron que Lucas no era una amenaza sino alguien dispuesto a ayudarlos sin importar su apariencia.

Pronto, más animales se sumaron al grupo de amigos de Lucas: una tortuga llamada Martina, un zorro llamado Simón y hasta un elefante llamado Ernesto. Todos ellos aprendieron que la verdadera amistad va más allá del aspecto físico y se basa en el amor, el respeto y la solidaridad.

Y así fue como el monstruo de la laguna dejó de sentirse triste porque finalmente había encontrado verdaderos amigos que lo aceptaban tal como era. Juntos, demostraron que la amistad puede superar cualquier barrera y que todos merecen una oportunidad de ser amados y valorados por quienes son en su interior.

Desde entonces, Lucas y sus amigos continuaron viviendo aventuras emocionantes en la selva, siempre dispuestos a ayudar a quienes lo necesitaran.

Y así, enseñaron a todos los animales del bosque una valiosa lección: no juzgar a alguien por su apariencia sino por el amor que lleva en su corazón.

FIN.

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