El Monstruo Amigo de María



En un pequeño pueblo, vivía una niña llamada María. Era una niña curiosa, a la que le encantaba explorar la naturaleza que la rodeaba. Sin embargo, María a menudo se sentía sola, ya que no tenía muchos amigos con quienes jugar. Un día, mientras caminaba por el bosque, María escuchó un sonido extraño, como un crujido de ramas.

Intrigada, se acercó y se encontró cara a cara con un monstruo de piel verde y ojos grandes y amarillos.

"¡Ay, no! ¿Qué es eso?", exclamó María.

El monstruo, al verse descubierto, se asustó y levantó sus enormes manos.

"¡No! ¡No me comas!" - gritó el monstruo "Soy un monstruo, pero no soy malo. Solo estoy aquí porque me siento solo."

María, al escuchar esto, se sorprendió. No pensaba que un monstruo también pudiera sentirse solo.

"¿Cómo que solo?" - preguntó María "Pero, ¿no tienes amigos?"

"No, nunca he tenido amigos" - respondió el monstruo con tristeza "Vivo en este bosque, y todos me temen. Aunque solo quiero jugar y reír como cualquier otro."

María sintió pena por el monstruo. Ella también sabía lo que era sentirse sola. Entonces, decidió acercarse con cautela.

"Yo puedo ser tu amiga. Se llama Tito, ¿te parece?" - dijo María, sonriendo.

El monstruo, sorprendido, respiró hondo.

"¿De verdad? ¿Quieres ser mi amiga?" - preguntó Tito, con un brillo en sus ojos.

"Sí, claro que sí. Pero primero, ¡tienes que enseñarme a jugar a lo que a vos te gusta!" - dijo María.

Así fue como María y Tito comenzaron a jugar juntos. Tito le enseñó a María a picar piedras, a saltar sobre troncos y a escuchar las canciones del viento. Cada día pasaban horas riendo y disfrutando de la compañía del otro.

Sin embargo, un día, mientras jugaban, los ruidos de sus carcajadas llegaron a oídos de algunos niños del pueblo. Se acercaron al bosque, curiosos y un poco aterrados.

"¡Miren!" - gritó uno de ellos "¡Es un monstruo! ¡Tenemos que avisar a todos!"

María se dio cuenta de la confusión y el miedo que había causado su amistad con Tito. Rápidamente corrió hacia los otros niños.

"¡Espera! No es un monstruo malo. ¡Es mi amigo!" - les dijo María, tratando de tranquilizarlos.

Los niños la miraron con desconfianza. No estaban seguros acerca de la amistad entre una niña y un monstruo.

"Pero... ¿no te da miedo?" - preguntó una niña con una voz temblorosa.

María pensó por un momento y respondió:

"La verdad es que al principio me asusté, pero Tito es muy amable. Solo es diferente. A veces, lo diferente puede ser bueno y divertido. ¿No quisieran conocerlo?"

Los niños titubearon, pero la valentía de María les despertó curiosidad.

"Está bien, si vos decís que es bueno, vamos a conocerlo", dijo uno de ellos, dando un paso hacia adelante.

María condujo a los niños hasta el claro del bosque donde jugaran. Tito estaba nervioso y no sabía si los niños le aceptarían.

"Hola, soy Tito" - dijo el monstruo, temiendo la reacción.

Los niños lo miraron fijamente, pero María sonrió y dijo:

"Chicos, miren lo que Tito puede hacer. ¡Aceleremos!" - y comenzó a girar y a bailar con Tito.

Poco a poco, los niños se fueron acercando y comenzaron a reírse, sorprendidos por lo divertido que era Tito. ¡El monstruo no solo era amigable, sino que también podía hacer trucos increíbles!

Después de un rato, los niños estaban riendo y jugando con Tito. La amistad entre ellos creció rápidamente. Con el tiempo, aprendieron a no juzgar por las apariencias y aceptaron a su nuevo amigo.

María sonrió, sabiendo que, gracias a Tito, no solo había aprendido sobre la amistad, sino que también había ayudado a otros a entender que la verdadera amistad no tiene fronteras ni moldes.

Desde ese día, María y Tito fueron los mejores amigos y juntos enseñaron a todos en el pueblo el valor de la verdadera amistad: la aceptación y el saber ver más allá de las diferencias.

Y así, el bosque se convirtió en un lugar de risas y juegos, donde un monstruo y una niña demostraron que la verdadera amistad puede surgir de los lugares más inesperados.

"Gracias, María" - le dijo Tito un día "por mostrarme que la amistad es lo más hermoso del mundo."

"Y gracias a vos, Tito, por demostrarme que todos podemos ser amigos, sin importar cómo se vea uno" - respondió María.

Desde entonces, cada vez que pasaban por el bosque, los niños y Tito el monstruo se reían y jugaban juntos, construyendo un lazo de amistad que nunca se rompería.

FIN.

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