El Monstruo Amistoso



Había una vez un adorable monstruo llamado Ketty, que vivía en una cueva oscura y solitaria. Aunque era grande y aterrador, en realidad tenía un corazón bondadoso y anhelaba tener amigos.

Un día, mientras Ketty exploraba el bosque cercano a su cueva, escuchó risas provenientes de una pequeña casa al final del camino. Intrigado, decidió acercarse y descubrió a José, un niño curioso de ocho años que vivía allí.

Al principio, José se asustó al ver a Ketty parado frente a su puerta. Pero pronto se dio cuenta de que el monstruo no quería hacerle daño. "¡Hola! Soy Ketty", dijo el monstruo con voz temblorosa. "¡Hola! Soy José", respondió el niño con entusiasmo.

A medida que pasaban los días, Ketty y José comenzaron a pasar tiempo juntos. El monstruo enseñó al niño sobre la importancia de cuidar del medio ambiente y cómo proteger a los animales salvajes del bosque.

Juntos plantaron árboles y construyeron comederos para pájaros. Un día, mientras jugaban cerca de un río cristalino, escucharon un fuerte ruido proveniente del agua. Rápidamente corrieron hacia allí y encontraron a varios patitos atrapados entre ramas flotantes.

Sin pensarlo dos veces, Ketty saltó al agua para salvarlos mientras José buscaba ayuda. Con su fuerza sobrenatural, el monstruo logró rescatar uno por uno a los patitos hasta que todos estuvieron sanos y salvos. Cuando regresaron a casa, José estaba lleno de gratitud hacia Ketty.

Pero el monstruo se sintió triste porque sabía que no podía vivir en la pequeña casa del niño. "Ketty, estoy tan agradecido por todo lo que has hecho", dijo José con lágrimas en los ojos.

"¡Pero quiero que siempre estés cerca de mí!". El corazón del monstruo se llenó de alegría al escuchar esas palabras. Entonces, tuvo una idea brillante.

Decidió construir una casita para él cerca de la casa de José, donde pudieran estar juntos pero cada uno en su propio espacio. Con mucho entusiasmo y trabajo en equipo, Ketty y José construyeron una hermosa casita entre los árboles. La decoraron con flores y plantas coloridas, creando un lugar acogedor para ambos.

A partir de ese día, Ketty y José compartieron momentos maravillosos juntos: jugaban en el bosque, exploraban nuevos lugares y aprendían cosas nuevas cada día.

La amistad entre el monstruo y el niño demostró que las apariencias pueden engañar y que todos merecemos amor y amistad sin importar cómo nos veamos por fuera.

Y así fue como Ketty encontró su hogar junto a su gran amigo José, recordándonos a todos que la verdadera belleza radica en nuestros corazones y que la amistad puede superar cualquier diferencia.

FIN.

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