El monstruo amistoso
Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo. Un día, mientras paseaba por la calle, comenzó a escuchar extraños ruidos que venían de un callejón oscuro. Curioso, decidió acercarse y para su sorpresa, se encontró con un monstruo enorme, cubierto de pelo verde y con ojos amarillos brillantes.
- ¡No temas, pequeño! - dijo el monstruo con una voz profunda.
Mateo, a pesar de su miedo, se armó de valor y preguntó:
- ¿Quién sos? ¿Por qué estás aquí?
El monstruo, llamado Blorp, le explicó que había llegado al pueblo buscando amigos, pero la mayoría de los niños lo asustaban y corrían despavoridos al verlo.
- Nadie quiere jugar conmigo - lamentó Blorp.
Mateo, siendo un niño valiente y de buen corazón, vio que el monstruo no era malo, solo estaba triste. Se acercó y dijo:
- ¡Yo puedo ser tu amigo! Pero, ¿por qué no venís al parque y jugamos juntos?
Blorp se sorprendió. Nunca había imaginado que un niño quisiera ser su amigo. Así que, con un brillo de esperanza en sus ojos, asintió con la cabeza.
Esa tarde, Mateo llevó a Blorp al parque. Al principio, los otros niños se asustaron al ver al monstruo, pero Mateo, con su mano levantada, les dijo:
- ¡Esperen! Blorp no es un monstruo malo, ¡es mi amigo!
En ese momento, Blorp se agachó para no parecer tan intimidante y sonrió. Cuando los niños vieron su sonrisa amigable, comenzaron a acercarse lentamente.
- De verdad, es muy divertido - dijo uno de los niños, mientras se acercaba a tocar el pelo suave de Blorp.
Poco a poco, los demás niños se unieron y empezaron a jugar. Hicieron carreras, jugaron a la pelota, y Blorp mostró su increíble habilidad para hacer saltos impresionantes, lo que hizo que todos se rieran a carcajadas.
Sin embargo, algo inesperado sucedió. Un grupo de niños llegó al parque, trayendo consigo una gran pelota de fútbol. Al ver a Blorp, comenzaron a gritar y a correr, asustados.
- ¡Es un monstruo! ¡Vamos a contárselo a los adultos! - gritó uno de ellos.
Mateo sintió que su corazón se hundía. No quería que su nuevo amigo se sintiera mal de nuevo.
- ¡Espera! - gritó Mateo.
- No es un monstruo malo, ¡es solo Blorp! Los mismos que jugamos con él. No tienen que tener miedo.
Los nuevos niños se detuvieron, dudando de lo que Mateo decía.
- Pero… ¿y si nos come? - preguntó uno, mirando fijamente a Blorp.
Mateo, sintiéndose un poco frustrado pero decidido a ayudar, dijo:
- ¡Miren cómo juega! Si fuera malo, no querría jugar con nosotros. ¡Blorp solo quiere ser nuestro amigo! - Y para demostrarlo, apuntó a Blorp.
- ¡Hacé un salto, Blorp!
El monstruo hizo un salto impresionante, dejando a todos boquiabiertos. Aterrizó suavemente y dio vueltas como un torbellino, llenando el parque de risas.
Los nuevos niños comenzaron a reirse y a mirar a Blorp con otros ojos. Uno de ellos alzó la voz:
- Creo que quiero jugar también. ¿Puedo?
- ¡Claro! - respondió Mateo, extendiendo su mano. - ¡Vení! ¡Blorp es el mejor compañero de juegos!
Así, el parque se llenó de gritos de alegría. Blorp, el monstruo amistoso, dejó de ser una figura aterradora y se convirtió en el héroe del día. Los niños aprendieron que hay que dar una oportunidad antes de juzgar a alguien por su apariencia.
Al final del día, Mateo y Blorp se sentaron en el césped, exhaustos pero felices.
- Gracias por ser mi amigo - le dijo Blorp, con una gran sonrisa.
- Gracias a vos por ser tan divertido - respondió Mateo, sonriéndole.
Desde ese día, Blorp se convirtió en el mejor amigo de Mateo y de muchos niños del pueblo, demostrando que a veces, lo que parece aterrador puede ser maravilloso cuando se le da una oportunidad.
FIN.