El monstruo bondadoso
Había una vez, en un bosque encantado, un monstruo amarillo llamado Rufus. A diferencia de los demás monstruos que eran ruidosos y juguetones, a Rufus le gustaba mucho el silencio.
Pasaba sus días paseando por el bosque, disfrutando de la tranquilidad y la paz que encontraba en cada rincón. Un día, mientras caminaba entre los árboles, Rufus escuchó unos llantos provenientes de un arbusto cercano.
Se acercó con curiosidad y descubrió a una cría de conejito atrapada entre las ramas. Sin dudarlo, Rufus ayudó al conejito a liberarse y lo abrazó con ternura. "¿Estás bien?", preguntó Rufus con su voz suave y calmada.
El conejito asintió con gratitud y le dijo:"¡Gracias por salvarme! Me llamo Coby. "Rufus sonrió amablemente y decidió acompañar a Coby de regreso a su madriguera para asegurarse de que estuviera a salvo.
En el camino, se encontraron con otros animales del bosque que también necesitaban ayuda: un pajarito herido, una ardilla perdida y una mariposa atrapada en una telaraña. Rufus no dudó en brindarles su ayuda a todos ellos, demostrando que aunque le gustaba el silencio, siempre estaba dispuesto a tender una mano a quienes lo necesitaban.
Poco a poco, se fue ganando la confianza de los demás habitantes del bosque, quienes antes lo veían como un ser misterioso y distante.
Con el tiempo, Rufus se convirtió en el guardián del bosque, velando por la seguridad y el bienestar de todos sus amigos animales.
A pesar de preferir la tranquilidad del silencio, aprendió la importancia de estar presente para los demás y cómo pequeños actos de bondad podían hacer una gran diferencia en la vida de aquellos que lo rodeaban. Y así, entre risas silenciosas y abrazos cálidos, Rufus demostró que no era necesario hablar alto para ser escuchado ni hacer ruido para ser valorado.
Simplemente bastaba con estar ahí cuando alguien te necesitara y compartir tu amor incondicional con quienes te rodeaban. Desde entonces, en el bosque encantado se contaba la historia del monstruo amarillo que le gustaba mucho el silencio pero tenía un corazón tan grande como su colorido pelaje.
FIN.