El Monstruo de la Caries
En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, todo era alegría y risas, excepto por un extraño rumor que surcaba el aire como un suave viento. Se decía que, por las noches, un monstruo llamado Caries acechaba a los niños que no se cepillaban los dientes antes de dormir. Sus padres les advertían: "Si no cuidas tus dientes, el monstruo vendrá a buscarlos en la oscuridad"-.
Los niños, llenos de curiosidad e imaginación, a menudo se preguntaban qué aspecto tendría ese monstruo. Pero un niño llamado Lucas no creía en el monstruo. "No puede ser cierto. ¡Es solo una historia!"- decía mientras devoraba caramelos y golosinas.
Una tarde, después de un día de juegos, Lucas decidió hacer una competencia de comer dulces con sus amigos: Sofía y Benjamín. Aseguró que él sería el más rápido y el más hábil. Mientras los tres se zambullían en chocolates, gomitas y chupetines, su risa resonaba en el aire. No obstante, la alegría se tornó en preocupación al recordar las advertencias de sus padres.
"No importa, no nos pasará nada"- dijo Benjamín, con la boca llena de caramelos.
Esa noche, tras un día tan dulce y feliz, Lucas se fue a dormir sin cepillarse los dientes, seguro de que el monstruo de Caries no era más que un cuento para asustar a los chicos. Sin embargo, mientras dormía, tuvo un extraño sueño.
En su sueño, Lucas se despertó en un mundo extraño, donde el cielo era de color verde y las nubes eran de chicle. De repente, comenzó a escuchar un extraño sonido, como un crujido. Al darse vuelta, vio al monstruo de Caries, que era más pequeño de lo que había imaginado, pero tenía unos dientes afilados, como si fueran caramelos.
"Hola, Lucas"- dijo el monstruo, con voz temblorosa. "Soy el monstruo de la caries. Te he estado buscando. ¿Por qué no te cepillaste los dientes?"-
Lucas, sorprendido, respondió: "¡Yo no creo en ti! ¡Tú no eres real!"-
"Oh, claro que soy real, y estoy aquí porque tus dientes me han llamado. Nadie quiere que yo venga, pero cuando no te cuidas, me haces un huequito en la puerta"- dijo el monstruo, mostrando su dentadura.
Lucas empezó a sentir miedo, pero luego sintió una especie de tristeza por el monstruo. "¿Es que te gusta hacerme daño?"- preguntó temeroso.
"No, Lucas"- respondió el monstruo, que comenzó a cambiar de forma, mostrando una cara triste. "Mi misión es cuidar los dientes de los niños. Pero ya no puedo hacerlo porque no se cepillan ni comen bien. Mi vida es muy solitaria y cuando me ven, todos se asustan. No quiero ser el malo de la película, solo trato de ayudar..."-
Lucas se sintió mal por el monstruo y decidió preguntarle cómo podía ayudarlo. "¿Qué debo hacer?"-
"Solo tienes que recordar cepillarte los dientes tres veces al día, comer con moderación y visitar al dentista. Así, no tendré que venir siempre y seré un amigo en lugar de un monstruo"- dijo Caries, mientras empezaba a sonreír.
Lucas entonces comprendió que la verdadera aventura radicaba en cuidar de su salud bucal y que el monstruo no era más que un recordatorio de su propia responsabilidad. Al día siguiente despertó con el corazón ligero y lleno de energía. Se cepilló los dientes justo al levantarse y prometió a sus amigos que, a partir de ese momento, cuidarían de sus sonrisas juntos.
Pasaron los días y Lucas, Sofía y Benjamín se convirtieron en los mejores cuidadores de sus dientes. Organizaron un club que se llamaron "Los Guardianes de las Sonrisas". Todos los días compartían tips sobre higiene dental, organizaban juegos y hasta hacían encuestas sobre el consumo de chicles y dulces.
Y así, el monstruo Caries se sintió más fuerte y feliz, ya que cada vez que los niños se cuidaban, se hacía más pequeño. De hecho, en una de sus presentaciones, Caries se volvió un personaje de cuentos, promoviendo cepillarse los dientes y creando sonrisas brillantes en todo el pueblo.
Desde entonces, todos en Sonrisas conocían al monstruo de la caries, pero ya no lo temían, sino que lo estimaban como el guardián de sus dientes. Y así, cada vez que se escuchaba: "Cuidado, el monstruo de la caries viene a visitarnos"-, todos sonreían, sabiendo que, sólo si cuidaban sus dientes, el monstruo seguiría siendo su amigo.
La lección llegó a cada rincón del pueblo: cuidar de nuestra salud dental es siempre la mejor forma de mantener lejos al monstruo y disfrutar de sonrisas brillantes.
FIN.