El Monstruo de la Caries



Había una vez, en un pueblito llamado Dulcilandia, un niño llamado Luca que tenía un entusiasmo desmedido por los caramelos. Desde que despertaba hasta que se iba a dormir, no podía resistir la tentación de disfrutar de sus golosinas favoritas. Su habitación era un verdadero paraíso dulce, lleno de golosinas de todos los colores y sabores.

Un día, mientras devoraba un chicle de fresa, Luca escuchó un ruido extraño.

"¿Qué fue eso?" - se preguntó, mirando alrededor.

De pronto, una sombra apareció en su habitación. Era un pequeño monstruo con dientes afilados y un cuerpo cubierto de azúcares pegajosos. Luca, asombrado, retrocedió un paso.

"¡No te asustes! Soy el Monstruo de la Caries. Venía a saludarte..." - dijo el monstruo, con una voz temblorosa.

"¿Monstruo de la Caries?" - preguntó Luca, confuso. "¿Vienes a saludarte mientras yo como caramelos?"

"Exactamente. Yo me alimento de esos dulces que tanto te gustan. Cada vez que comes uno, me haces más fuerte. Pero hay algo que deberías saber..." - respondió el monstruo, rascándose la cabeza.

Luca se quedó en silencio, intrigado.

"¿Qué sucede?" - inquirió, no muy seguro de querer saber.

"Cada vez que me alimentas, van surgiendo pequeñas caries en tus dientes. Y esas caries hacen que tus dientes se sientan mal. Dentro de poco, podrían lastimarte" - explicó el Monstruo, un poco apenado.

Luca se asustó al imaginar su sonrisa llena de caries.

"¿Pero qué puedo hacer? ¡Yo amo los caramelos!" - exclamó Luca con una mueca de preocupación.

"No te preocupes. Hay una solución. ¡Debemos trabajar juntos! Si me prometes comer menos dulces y cepillarte los dientes después de cada golosina, puedo dejar de crecer. Te puedo ayudar a mantener tus dientes sanos y fuertes. ¿Qué te parece?" - propuso el Monstruo, sonriendo.

Luca, intrigado por la propuesta, reflexionó por un momento. Su sonrisa era muy valiosa y no quería perderla por unos pocos caramelos.

"Está bien, Monstruo de la Caries, ¡acepto tu trato! Comeré menos dulces y me cepillaré los dientes diariamente" - dijo Luca, decidido.

Desde ese día, Luca adoptó nuevas costumbres. Cada vez que veía un caramelo, recordaba al Monstruo de la Caries y en su mente surgían imágenes de su sonrisa. Así que se contentaba con algunos caramelos en vez de devorar la bolsa completa. Además, cada noche, se cepillaba los dientes con mucha dedicación, asegurándose de llegar a cada rincón de su boca.

Al cabo de unos meses, el Monstruo de la Caries volvió a visitar a Luca, pero esta vez con una gran sonrisa que iluminaba su rostro.

"¡Hola, amigo!" - dijo el Monstruo, saltando de alegría. "He notado que has cambiado tus hábitos. Tus dientes se ven mucho más sanos y hermosos".

Luca, emocionado, se miró en el espejo y vio que su sonrisa brillaba más que nunca.

"¡Es verdad! Muchas gracias, Monstruo. Ahora entiendo que puedo disfrutar de los dulces sin dañar mis dientes, ¡todo con moderación!" - alegó Luca, riendo.

"Exactamente. Y no olvides que el cepillado es crucial. Siempre que cuides de tus dientes, yo no tendré razón para volver a visitarte. Y en vez de ser un monstruo aterrador, ¡puedo ser tu amigo!" - dijo el Monstruo, ofreciendo su mano.

Luca y el Monstruo de la Caries se hicieron grandes amigos. Juntos visitaban a los otros niños del pueblo para contarles sobre la importancia del cuidado dental y la moderación con los dulces. Así, Dulcilandia se convirtió en un lugar donde todos aprendieron a cuidar su sonrisa, y Luca ya no tuvo miedo del Monstruo, sino que lo veía como un compañero divertido y sabio.

Desde entonces, los niños de Dulcilandia cepillaban sus dientes con alegría, y el Monstruo de la Caries nunca más volvió a ser visto como un ser aterrador, sino como un héroe en la lucha por sonrisas sanas.

Y así, todos vivieron felices, con sonrisas brillantes y corazones contentos, aprendiendo que la moderación y la higiene son claves para tener una vida dulce y saludable.

FIN.

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