El Monstruo de la Colina



En un pequeño pueblo llamado Villaverde, había una colina que dominaba la vista del lugar. Todo el mundo en el pueblo decía que en la cima de esa colina habitaba un monstruo. Los niños, al escuchar historias sobre el monstruo de la colina, sentían curiosidad y miedo a la vez. Un día, un grupo de valientes amigos decidió que era hora de descubrir la verdad.

El grupo estaba formado por Lucas, una niña inteligente y creativa; Sofía, una aventurera sin miedo; y Tiago, el más pequeño pero el más ingenioso. Juntos pensaron que si había un monstruo, debían enfrentarlo y entender su historia. Así que, una mañana clara, decidieron subir a la colina.

"¿Están listos para la aventura?" - preguntó Sofía con una sonrisa desafiante.

"¡Sí! Vamos a descubrir qué es ese monstruo" - respondió Lucas emocionada.

"Pero, ¿y si nos asusta?" - se preocupó Tiago, encogiéndose un poco.

"No te preocupes, Tiago. Vamos juntos, y si realmente hay un monstruo, haremos un plan" - lo tranquilizó Lucas.

Mientras subían la colina, escucharon un ruido extraño. Era como un rugido suave, pero también sonaba aburrido, casi como si alguien estuviera tratando de bostezar.

"¿Lo escucharon?" - preguntó Sofía.

"Sí, suena más a un bostezo que a un rugido" - bramó Lucas "Vamos a acercarnos un poco más".

Cuando llegaron a la cima, se encontraron con una gran cueva. El rugido se hizo más claro, pero no era aterrador. Decidieron entrar.

Al adentrarse, vieron algo sorprendente: un enorme monstruo de pelaje verde y brillante, con unos ojos grandes y amables. Pero lo más extraño era que el monstruo estaba tumbado en el suelo, con un libro en sus patas.

"¿Quién osa perturbar mi lectura?" - preguntó el monstruo, alzando la vista.

"¡Lo sentimos! Nos dijeron que eras un monstruo y, bueno, queríamos verte" - explicó Tiago, todavía un poco asustado.

"Ah, así que soy un monstruo, ¿eh?" - dijo el monstruo con una voz profunda pero amable. "Soy Momo, el monstruo de la colina. No muerdo, aunque algunas historias digan lo contrario".

"Pero, ¿por qué vives en esta colina y no en el pueblo?" - preguntó Lucas, intrigada.

"La verdad es que me gusta la tranquilidad para leer. Además, en el pueblo cuando me ven, sólo piensan en lo que les han contado de mí" - explicó Momo. "Yo sólo quiero compartir mis historias y aprender sobre el mundo".

Los amigos se miraron, sorprendidos. Habían esperado un monstruo feroz, pero lo que encontraron fue a un ser simpático y pensante.

"Nos encantaría escuchar tus historias, Momo" - sugirió Sofía, animada.

"¡Sí!" - exclamó Tiago. "Podemos visitarte todos los sábados y leer juntos".

Momo sonrió, y sus ojos brillaron. "Me encantaría. Pero primero, ¿pueden ayudarme a recoger algunos libros que caídos del estante?".

Los niños aceptaron, y entre risas y juegos, empezaron a recoger los libros. Aprendieron que Momo tenía una biblioteca llena de historias fascinantes de aventuras, animales y lugares increíbles.

Cada sábado, los niños subían a la colina a visitar a Momo. Con el tiempo, el miedo que sentían se transformó en amistad. Así, aprendieron que a veces, lo que parece aterrador puede ser un hermoso encuentro.

Desde entonces, los niños compartieron su nueva amistad con el pueblo, y poco a poco, Momo dejó de ser visto como un monstruo para convertirse en un querido amigo de Villaverde. La colina ahora era un lugar de risas, lecturas y aventuras compartidas.

Y así, Villaverde aprendió que la curiosidad y el valor son la clave para descubrir verdades sorprendentes. Si bien a veces puede parecer aterrador, lo desconocido puede llegar a ser, simplemente, algo hermoso.

Fueron los días más felices para Momo y los niños, quienes nunca olvidaron la lección que les enseñó: a no juzgar los libros por su portada, ni a los amigos por las historias que otros cuentan.

FIN.

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