El Monstruo de la Compañía



Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde todos sus habitantes vivían felices y en armonía. Pero un día, algo extraño sucedió: un monstruo apareció en la oscuridad de la noche.

El monstruo era grande y aterrador, con dientes afilados y garras largas. Su presencia llenó de miedo a los habitantes del pueblo, quienes se encerraron en sus casas temiendo por sus vidas. En medio del caos, emergió un valiente niño llamado Tomás.

Aunque tenía miedo como todos los demás, decidió enfrentar al monstruo para proteger a su familia y amigos. Tomás caminó con determinación hacia el lugar donde se encontraba el monstruo. Cuando lo vio por primera vez, sintió escalofríos recorriendo su espalda.

Pero recordando las historias de valentía que había escuchado antes, decidió no rendirse. "¡Hola! ¿Quién eres tú?"- preguntó Tomás con voz temblorosa pero firme.

El monstruo miró sorprendido al niño y respondió con una voz profunda y ronca: "Soy el Monstruo de la Oscuridad". "¿Y qué haces aquí? ¿Por qué asustas a mi pueblo?"- preguntó Tomás sin perder la calma. El Monstruo de la Oscuridad bajó la mirada avergonzado y explicó: "No quiero asustar a nadie.

Solo estoy aquí porque me siento solo". Tomás se acercó lentamente al monstruo y le dijo amablemente: "Entiendo cómo te sientes. Todos nos sentimos solos alguna vez. Pero asustar a los demás no es la manera de solucionarlo".

El Monstruo de la Oscuridad pareció reflexionar sobre las palabras del niño y sus ojos se llenaron de tristeza. "Nunca nadie me ha hablado así antes. Siempre me han temido y evitado"- dijo el monstruo con voz entrecortada.

Tomás sonrió comprensivamente y le extendió la mano al monstruo: "Es hora de cambiar eso. Ven, te presentaré a mi familia y amigos. Verás que no hay razón para sentirte solo".

El Monstruo de la Oscuridad tomó la mano del niño con cautela y juntos regresaron al pueblo. Al principio, todos se asustaron al verlo nuevamente, pero Tomás les explicó que el monstruo no era malo, solo necesitaba compañía.

Poco a poco, los habitantes del pueblo comenzaron a conocer al Monstruo de la Oscuridad, descubriendo que tenía un corazón amable y gentil. Pronto, dejaron atrás sus miedos y aceptaron al monstruo como parte de su comunidad.

Con el tiempo, el Monstruo de la Oscuridad ya no era visto como un ser terrorífico sino como un amigo leal. El pueblo aprendió una valiosa lección: nunca juzgar por las apariencias y siempre dar una oportunidad a aquellos que parecen diferentes.

Desde entonces, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde todos eran bienvenidos sin importar cómo lucieran o qué habilidades tuvieran.

Y todo gracias al coraje y compasión del pequeño Tomás, quien demostró que incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay espacio para la esperanza y la amistad.

FIN.

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