El Monstruo de la Creatividad



Era un lunes soleado en el colegio San Martín. Mario, el profesor de creatividad digital, estaba preparando su clase sobre el uso de la tecnología en la vida cotidiana. Era un maestro querido por sus alumnos, siempre lleno de ideas divertidas e innovadoras.

"Hoy vamos a descubrir el maravilloso mundo de la animación digital", anunció Mario mientras conectaba su computadora a la pizarra.

Justo cuando encendió el equipo, una luz brillante salió de la pantalla, y ante la sorpresa de todos, un monstruo de colores vibrantes emergió del ordenador. El monstruo tenía grandes ojos, una sonrisa enorme y un cuerpo animal que cambiaba de color.

"¡Holaaaa! ¡Soy Tigi, el Monstruo de la Creatividad!", exclamó con una voz alegre.

Los chicos gritaban de emoción y temor a la vez. Mario, sin perder la calma, sonrió y dijo:

"No se asusten, chicos. Tigi es un amigo que ha venido a enseñarnos sobre la creatividad. ¿Verdad, Tigi?"

"¡Sí! ¡Claro que sí!", respondió Tigi mientras hacía acrobacias en el aire.

El monstruo comenzó a mostrarles la importancia de pensar fuera de lo común y cómo la creatividad podía transformar lo cotidiano en algo extraordinario. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que había un problema. Tigi no podía volver a su mundo sin la ayuda de los niños.

"Para regresar, necesito encontrar tres cosas muy especiales: una idea brillante, un dibujo lleno de imaginación, y una historia de amistad", explicó Tigi.

Mario, entusiasmado, organizó a sus alumnos en grupos para ayudarlos a encontrar cada uno de esos elementos. La aventura empezó.

El primer grupo se dedicó a pensar en ideas brillantes. En una lluvia de ideas deslumbrante, surgieron plenty de propuestas, pero la más emocionante fue:

"¿Y si creamos un parque donde los árboles cuenten historias?", sugirió Valentina.

Tigi aplaudió emocionado.

"¡Eso es! ¡Una idea brillante!"

Luego, el siguiente grupo se puso a dibujar; no solo árboles, sino también animales que pudieran hablar y amistad entre ellos con un fondo mágico lleno de colores. Uno de los chicos, Mateo, hizo un dibujo de un pez que volaba.

"¡Mirá! ¡Un pez que vuela!", dijo Mateo con orgullo.

"¡Increíble! Eso ya es un dibujo lleno de imaginación!", exclamó Tigi mientras giraba en el aire.

Por último, llegó el turno de contar la historia. Con la ayuda de Mario, todos juntos construyeron una narrativa sobre un grupo de amigos que, a pesar de ser diferentes, aprendieron a quererse y respetarse entre sí. La historia era hermosa y todos los chicos se emocionaron.

"La amistad es lo más valioso que podemos tener", dijo una de las chicas, Ana.

Tigi sonrió al escuchar la historia completa y dijo:

"¡Lo tenemos todo! Una idea brillante, un dibujo lleno de imaginación y una historia de amistad. Ahora, por favor, ayúdenme a regresar a mi mundo."

Todos se acercaron a Tigi, quien comenzó a brillar intensamente.

"Gracias por ayudarme, amigos. Nunca olviden que la creatividad está dentro de cada uno de ustedes. ¡Solo deben dejarla salir!"

Y con un gran destello, Tigi volvió a la pantalla del computador, desapareciendo con una risita mágica.

Mario miró a sus alumnos, quienes estaban asombrados y felices.

"Hoy aprendimos algo muy importante: la creatividad y la amistad pueden lograr cosas magníficas. ¿Quién se anima a seguir creando?"

Todos levantaron las manos, gritando emocionados, listos para su próxima aventura creativa.

Desde ese día, la clase de Mario no solo se llenó de proyectos digitales, sino también de risas, dibujos y un sentido de camaradería que hizo de su aula un lugar mágico.

Y cada vez que encendían la computadora, los niños sonreían, recordando a su amigo Tigi, el Monstruo de la Creatividad, que siempre estaría en sus corazones.

FIN.

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