El Monstruo de la Cueva
Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un niño llamado Lucas. Lucas era valiente y curioso, le encantaba explorar, pero había un lugar que siempre le daba miedo: la cueva oscura de la colina. Los adultos del pueblo contaban historias de un monstruo que vivía allí, y todos decían que nadie debía acercarse.
Una tarde, mientras jugaba con sus amigos, Lucas escuchó un ruido extraño proveniente de la cueva. Sus amigos, asustados, comenzaron a alejarse.
"¡Vamos, Lucas! ¡No te acerques!" - gritaron. Pero la curiosidad de Lucas era más fuerte que su miedo.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió a la entrada de la cueva. Cuando entró, todo se oscureció y, justo cuando iba a darse la vuelta, escuchó un susurro.
"¿Quién osa entrar en mi hogar?" - resonó una profunda voz. Lucas tembló, pero se armó de valor.
"Soy yo, Lucas. No quiero hacerte daño, solo tengo curiosidad."
De repente, una sombra grande se acercó a él. Era el monstruo, con escamas verdes y ojos amarillos radiantes.
"¡Sal de aquí, humano! Los niños como tú no deben estar en mi cueva!" - bramó el monstruo.
Lucas, asustado, ya listo para escapar, recordó que no había venido a pelear, sino a entender.
"Espera, por favor. Solo quiero saber por qué te escondes aquí. ¿Estás triste?" - dijo Lucas con una voz temblorosa.
El monstruo paró y un brillo de sorpresa apareció en sus ojos. No se lo esperaba.
"¿Triste? Ninguno se preocupa por mí. Solo ven a asustarse. Esta cueva es mi hogar, pero todos me temen."
Lucas sintió pena por el monstruo y decidió ayudarlo.
"¿Y si hacemos un trato? Yo te ayudaré a que la gente te conozca. Eres un monstruo, sí, pero ¿qué tal si muestras lo amable que podés ser?"
El monstruo, entonces, se sintió un poco más aliviado.
"Puedo intentar, pero ¿y si no me aceptan?"
"No importa. Lo importante es que muestres quién sos realmente.", le respondió Lucas.
Así, Lucas y el monstruo se hicieron amigos y juntos comenzaron a tener pequeñas charlas para hacer que la gente del pueblo no tuviera miedo del monstruo.
Los días pasaron, y el monstruo, al que Lucas decidió llamar —"Milo" , empezó a ayudar a la comunidad, llevando provisiones o ayudando en las tareas del campo.
"Mirá, ahí viene Milo!" - gritó un niño un día, viendo a Milo luchar por ayudar a Lucas.
La gente, al principio dudosa y temerosa, empezó a ver que el monstruo no era malvado en absoluto, sino, por el contrario, muy amable.
Con el tiempo, todos en el pueblo aprendieron que los monstruos no siempre son lo que parecen.
Un mes después, en la fiesta del pueblo, Lucas y Milo fueron los invitados de honor, y todos celebraron juntos, dejando atrás los miedos.
"Gracias, Lucas, por ayudarme a encontrar mi lugar y por ser mi amigo." - dijo Milo, mientras todos aplaudían.
"No hay de qué, Milo. Todos merecemos una oportunidad de ser conocidos. ¡Hoy celebramos la amistad!"
Y así, el niño y el monstruo enseñaron al pueblo que hay más allá de los miedos: entendimiento, amistad y la valentía que se necesita para conocer a los demás. Desde ese día, las aventuras de Lucas y Milo vivieron en los corazones de todos, creando un lazo que jamás se rompería.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.