El Monstruo de la Imaginación



Había una vez, en un colorido barrio de Buenos Aires, un niño llamado Tomás que tenía un amigo muy especial. Su nombre era Tico, un monstruo suave y animal que vivía debajo de su cama. Tico no era un monstruo cualquiera; era un monstruo de la imaginación de Tomás, creado en sus noches de cuentos y sueños.

Un día, cuando Tomás se despertó, se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo sin jugar con Tico. Los días de juegos, risas y aventuras parecían haber desaparecido. Mientras buscaba en su habitación, un profundo suspiro brotó de su pecho.

"¡Tico! ¡¿dónde estás? !" - llamó con un tono de nostalgia.

Tico emergió tímidamente de debajo de la cama, con un suave brillo en sus ojitos.Animation

"¡Hola, Tomás! ¿Dónde estuviste todo este tiempo?" - preguntó Tico, su voz sonaba como una suave melodía.

"No lo sé, Tico. Me he estado ocupando con la escuela, los deportes y... y otras cosas" - respondió Tomás, con un matiz de tristeza.

Tico frunció el ceño, preocupado.

"Pero, Tomás, ¿no te acuerdas de todas las aventuras que solíamos vivir juntos? ¿De cómo volábamos por los cielos con nuestras alfombras mágicas y luchábamos contra dragones de papel?" - recordó Tico, con entusiasmo.

Tomás sonrió, pero luego su expresión se tornó seria.

"Ya no sé si puedo hacer esas cosas. Ha pasado tanto tiempo. Quizás estoy demasiado grande para jugar con un monstruo de la imaginación" - dijo, mirando al suelo.

Tico, con una sonrisa alentadora, se acercó a él.

"Tomás, nunca eres demasiado grande para soñar. Los sueños son el motor de la imaginación. Y si no jugamos, ¡se perderán!" - exclamó Tico, emocionado.

Tomás, intrigado, empezó a recordar todos esos días gloriosos.

"Sí, tenías razón. Pero, ¿cómo podemos volver a hacerlo?" - preguntó, con una chispa de esperanza en sus ojos.

"Te propongo un tratado: hagamos una aventura cada semana. Planeemos algo nuevo, algo que nos haga reír y soñar. Podemos ser quien queramos ser" - sugirió Tico, moviendo sus peludas patas emocionado.

Tomás se sintió revitalizado.

"¡Eso suena increíble! Vamos a hacer una lista de aventuras. Así, nunca nos olvidaremos de jugar" - respondió, sintiendo cómo la creatividad despertaba dentro de él.

Y así, Tomás y Tico comenzaron su nueva tradición. Una vez por semana, se sentaban y diseñaban su aventura. Desde exploradores en la selva hasta científicos locos inventando cosas raras, cada aventura era mejor que la anterior. Pero un día, algo inesperado ocurrió.

Mientras estaban creando un nuevo mundo lleno de dinosaurios que bailaban en un magno espectáculo, Tico comenzó a desvanecerse.

"¡No, Tico! ¿Qué te está pasando?" - exclamó Tomás, sintiéndose impotente.

"No te preocupes, amigo. Mi tiempo aquí está llegando a su fin porque he cumplido mi misión..." - dijo Tico, con una sonrisa triste.

Tomás lloró.

"Pero... ¡no quiero que te vayas!" - clamó, sintiendo que debía hacer algo.

"Recuerda, Tomás, lo que importa no es que me veas. Puedes llevarme contigo siempre que quieras soñar. Estoy en tu imaginación y en cada historia que escribas," - le respondió Tico, su forma ahora más tenue pero su esencia aún vibrante.

Tomás comprendió entonces. No necesitaba a Tico físicamente para seguir soñando. Con cada palabra que escribiera y cada aventura que creara, su amigo siempre estaría ahí. Así que, cuando Tico finalmente se fue, Tomás publicó su primer libro sobre sus aventuras juntos.

Los niños del barrio leyeron con entusiasmo sus historias, y al final, Tomás, ya no se sentía solo. Sabía que podía seguir creando y soñando, y que la verdadera magia vivía dentro de él.

Y así, a través de las palabras, su amistad continuó, recordándole que nunca está solo mientras haya imaginación en su corazón.

FIN.

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