El Monstruo de la Montaña Susurrante



En un pequeño y pintoresco pueblo de Europa, rodeado de majestuosas montañas y bosques encantados, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era un chico curioso y soñador, siempre en busca de aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque, escuchó un rumor sobre un monstruo que habitaba en la cima de la Montaña Susurrante.

"Dicen que es un monstruo feroz que devora todo a su paso", le contó su amiga Clara.

"Yo no creo que sea tan malvado. Tal vez solo necesita amigos", respondió Mateo, decidido a investigar.

A pesar de las advertencias de los mayores y los murmullos de sus compañeros, Mateo se armó de valor y decidió emprender la aventura hacia la montaña. Con una mochila llena de provisiones y su fiel mapa, subió la ladera mientras la brisa fresca le acariciaba el rostro.

Tras horas de caminata, Mateo llegó a la cima y, para su sorpresa, encontró a un gigantesco monstruo con pelaje de colores brillantes y ojos grandes y amables. El monstruo, que se hacía llamar Grom, estaba sentado en una roca, mirando hacia el horizonte.

"¡Hola! No soy un monstruo aterrador, soy Grom", dijo con voz profunda y suave.

Mateo, aunque inicialmente asustado, se sintió aliviado al escuchar la voz amistosa de Grom.

"Yo soy Mateo. Los del pueblo dicen que sos un monstruo peligroso, pero creo que ellos no te conocen como yo lo haré", respondió el niño con valentía.

Grom sonrió, y esa sonrisa iluminó todo a su alrededor.

"Todos se asustan de mí porque no comprenden que solo estoy solo y busco compañía. Desde que me mudé aquí, he intentado hacer amigos, pero nadie se acerca. Aquí en la montaña, puedo ver la belleza del mundo, pero a veces, desearía tener un amigo con quien compartirlo”, confesó el monstruo.

Mateo, sintiendo una conexión especial con Grom, decidió ayudarlo. "¡Vamos al pueblo, quiero que todos te conozcan! ¡Te encantarán!".

Grom dudaba, pero la determinación de Mateo fue contagiosa. Juntos comenzaron el camino de regreso al pueblo. Cuando llegaron, los habitantes miraron con miedo y curiosidad al monstruo.

"¡Aléjense! ¡Es un monstruo!", gritó un anciano.

"¡No! Grom es amistoso y solo quiere hacer amigos!", defendió Mateo con todas sus fuerzas.

Los murmullos aumentaron y el miedo se apoderó de los presentes, pero Mateo no se dio por vencido. Con valentía, tomó la mano gigante de Grom y lo llevó hacia el centro de la plaza.

"¡Miren! El monstruo no es un malo. ¡Es divertido! ¡Juguemos juntos!". - Mateo comenzó a hacer gestos y sonidos graciosos, logrando que algunos niños se rieran.

Poco a poco, la risa se fue contagiando. Uno a uno, los niños se acercaron a Grom, quienes comenzaron a tocar su suave pelaje y a jugar con él. Grom, emocionado, empezó a contar historias sobre las maravillas que había visto desde la cima de la montaña.

"A veces, las personas temen lo que no conocen”, dijo Grom. Y así, el monstruo se convirtió en el nuevo amigo del pueblo. Juntos, organizaron juegos y aventuras, creando lazos indestructibles.

Un día, mientras todos jugaban en el campo, un fuerte viento sopló y se llevó el sombrero de Mateo.

"¡Ay! Mi sombrero! ”, gritó el niño, pero antes de que pudiera correr hacia él, Grom, con su enorme tamaño y fuerza, lo atrapó antes de que cayera en un arroyo.

"¡Gracias, Grom! Ahora todos saben que sos un héroe!", dijo Mateo, sonriendo.

Con el paso del tiempo, el miedo inicial del pueblo se transformó en amor y amistad. Gracias a la valentía de Mateo y la bondad de Grom, los habitantes entendieron que todos tienen algo valioso que ofrecer, sin importar su apariencia.

"Nunca juzguen a alguien por su aspecto. A veces, los mayores tesoros se encuentran en quien menos lo esperamos", les enseñó Mateo cada vez que se reunían a jugar con Grom.

Desde ese día, el pueblo nunca volvió a mirar a los monstruos con miedo, sino con curiosidad y amor. La historia de Mateo y Grom se convirtió en una leyenda que se contaba a los niños, enseñándoles siempre a buscar la bondad en los demás y a no juzgar por las apariencias.

Y así, el monstruo de la Montaña Susurrante se transformó en un símbolo de amistad, amor y aceptación en un pequeño pueblo de Europa, recordándonos a todos que lo diferente puede ser increíblemente especial.

FIN.

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