El Monstruo de la Montaña y sus Amigos



Había una vez un monstruo llamado Rodolfo que vivía en una montaña tranquila. Rodolfo era diferente a los demás monstruos: en lugar de asustar a los niños, le encantaba contarles historias y jugar con ellos. Tenía una gran sonrisa y un corazón aún más grande. Pero un día, mientras estaba explorando la parte más profunda de la montaña, Rodolfo encontró un problema gigantesco.

Al rasgarse una roca, Rodolfo provocó un deslizamiento de tierra que bloqueó el único camino que llevaba a su cueva. Sin poder regresar, se sintió triste y asustado.

"¡Oh no! ¿Cómo voy a volver a casa ahora?" - se lamentó Rodolfo.

Afortunadamente, sus amigos no tardaron en darse cuenta de que algo no andaba bien. Lulú, la linda ardillita, y Tango, el valiente ciervo, decidieron ir a buscarlo.

Cuando llegaron al lugar, vieron a Rodolfo desplomado frente a la roca caída.

"Rodolfo, ¿estás bien?" - preguntó Lulú con preocupación.

"No, no puedo regresar a casa. Este montón de rocas me lo impide" - respondió él con voz temblorosa.

"No te preocupes, Rodolfo. Juntos podemos encontrar una solución" - dijo Tango, mientras movía su cola con determinación.

Los tres se pusieron a pensar en posibles soluciones. Lulú recordó que en el bosque había un arroyo que a veces llevaba ramas y troncos.

"Si conseguimos suficientes troncos, quizás podamos construir un paso para cruzar sobre las rocas" - sugirió Lulú.

"¡Genial!" - exclamó Tango, "Vamos a buscar troncos entonces".

Rápidamente, los amigos se pusieron en marcha. Lulú subió a los árboles para recoger ramitas y pequeños troncos, mientras Tango corría por el bosque, buscando los más grandes. Después de un rato, volvieron con una buena cantidad de madera.

"Ahora viene la parte divertida" - dijo Tango, sobreponiéndose a su nerviosismo. "Podemos apilar los troncos y hacer un puente. Pero necesitaré la ayuda de Rodolfo, ¡tiene mucha fuerza!"

"¡Sí, claro!" - dijo Rodolfo, sintiéndose un poco más animado. "¡Vamos a hacerlo juntos!"

Con esfuerzo y trabajo en equipo, comenzaron a construir el puente. Rodolfo levantaba los troncos pesados, mientras Lulú y Tango les daban forma.

Pero justo cuando estaban a punto de terminar, un fuerte viento sopló y derribó toda la estructura.

"¡Oh no! Todo nuestro esfuerzo..." - gimió Lulú.

"No podemos rendirnos ahora" - dijo Rodolfo, respirando profundamente. "Debemos intentar de nuevo. A veces las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que debamos rendirnos".

Los amigos se levantaron, sacudieron el polvo y empezaron de nuevo. Esta vez, se turnaban para trabajar, recordando no solo construir un puente, sino también no perder la paciencia. Tras varias horas, finalmente, el puente estaba listo.

"¡Lo logramos!" - gritaron todos juntos. Rodolfo, emocionado, probó el puente con cuidado.

"¡Es perfecto! Vamos a cruzar juntos" - dijo, sonriendo.

Uno por uno, los amigos cruzaron el puente y Rodolfo finalmente pudo regresar a casa. Al llegar a la cueva, lo esperaban niños, quienes habían escuchado sobre su aventura.

"¡Rodolfo, has vuelto!" - exclamaron.

"Sí, volví gracias a mis amigos. Nos ayudamos a superar un gran obstáculo" - respondió, orgulloso.

Desde ese día, Rodolfo y sus amigos celebraron su amistad y aprendieron que, aunque a veces las cosas pueden salir mal, siempre hay una solución trabajando juntos. Rodolfo siguió contando historias, pero esta vez, también compartió la aventura sobre cómo superó el desafío con la ayuda de sus amigos.

Fin.

FIN.

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